Me gusta danzar. Vaya esta afirmación por delante para no dejar lugar a dudas de dónde me sitúo. Me gusta sentir el ritmo de la música y acompasarla con mi cuerpo, formando un todo armónico que me proporciona bienestar y alegría. Disfruto danzando.
Pero me gusta más danzar en compañía. De lo contrario, se pierde un poco el sentido de la danza.
Danzar es expresar. Es darse a conocer. Es compartir. Es comunicar. Es dejarse convencer. Es confiar. Es escuchar... Y más.
Cuando nos juntamos para danzar estamos comunicando lo que somos y lo que sentimos de forma más sutil y profunda que sólo utilizando palabras. En un mismo espacio y bajo una misma música nos juntamos los rígidos y encorsetados, los duros de oído, los acelerados, los flexibles, los miedosos, los atrevidos, los confiados, los alegres, los agonías (de éstos, pocos o ninguno) los dependientes, los originales, los racionales, los apasionados....
Cada uno danza como es.
Todos escuchamos los mismos acordes y el mismo ritmo y, sin embargo, a nadie nos salen los mismos movimientos. Aprendemos idénticos pasos, pero los expresamos de distinta forma.
Estar en un encuentro de danza es una oportunidad de aprender, conocer y estudiar la psicología humana. La forma de mirar, de girar, de estrechar manos, entrelazar miradas, sonreír y abrazar dicen mucho de todos nosotros. Más de lo que a veces quisiéramos que se conociera.
Danzar es no tener miedo a mostrarnos tal como somos, liberarnos de complejos y estar dispuestos a dar y a recibir. Si esto no es así, sólo aprenderemos pasos y nos moveremos en lo superficial. Habremos asistido a un taller de danza pero no nos habremos encontrado danzando.
La escribana del Reino
M.E.Valbuena
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