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domingo, 2 de diciembre de 2012

LA TEORÍA DE LAS VENTANAS ROTAS




Hace unos días encontré en Internet el siguiente experimento que se realizó en Estado Unidos, allá por los años sesenta del siglo pasado. Fue un experimento de psicología social que si lo “reinventamos” para España podemos formularlo de la siguiente manera: abandonamos dos coches en la calle. Deben ser dos coches idénticos (misma marca, modelo y hasta el color). Uno de ellos lo dejamos en un barrio pobre de cualquier ciudad (León, Valladolid, Salamanca, Palencia, Madrid, Barcelona, etc.) y el otro en un barrio rico, de la misma ciudad. ¿Qué ocurrirá? En el experimento se comprobó que al coche aparcado en el barrio pobre, a los pocos días, le rompieron los cristales y le robaron las llantas, la radio, los espejos, etc. En cambio al coche abandonado en el barrio rico no le pasó nada. Muchos pensaréis que esto era lo esperado.

No obstante, los investigadores introdujeron un “pequeño” cambio: al coche aparcado en el barrio rico se le rompió un cristal. ¿Qué ocurrió? Se produjo el mismo efecto que en el barrio pobre: al coche en pocos días le rompieron los cristales y le robaron las llantas, la radio, los espejos, etc.

¿Qué había ocurrido? Los investigadores llegaron a la conclusión que el vandalismo no era producto de la pobreza, sino que el deleito es mayor en las zonas donde el desorden, el descuido o la suciedad es más evidente.

Se formuló así “la teoría de las ventanas rotas”, que aplicada a la situación personal o familiar se podría enunciar así: si en el medio familiar vamos permitiendo pequeños desordenes (malos hábitos alimenticios, faltas de educación, falta de valores, etc.). es decir, si permitimos que “una ventana rota no se repare”, corremos el riesgo que se produzcan mayores desajustes hasta llegar al descontrol total.

La conclusión puede ser esta: si somos permisivos con el desorden, la falta de comunicación, la falta de apego en la familia, etc. no es extraño que “esa ventana rota”, nos conduzca a la infelicidad. Es preciso que seamos tolerantes con las personas que comenten un error pero no con el propio error. Es preciso favorecer un entorno familiar y social donde “cualquier ventana rota” sea arreglada o corregida y de esta forma ayudaremos a construir un mundo “sin ventanas rotas”. Un mundo más feliz.


Alejandro Rocamora Bonilla
Psiquiatra

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