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martes, 27 de mayo de 2014

Entrevista a Joe Dispenza: "Mente y cerebros"

Hace algo más de veinte años, Joe Dispenza fue arrollado por un todoterreno cuando participaba en un triatlón. El diagnóstico de los cuatro cirujanos que consultó coincidía, tenía que operarse inmediatamente, debían implantarle barras de Harrington (de 20 a 30 centímetros desde la base del cuello hasta la base de la columna), ya que la tomografía demostraba que la médula estaba lesionada y que podría quedarse paralizado en cualquier momento.

Dispenza, que era quiropráctico, sabía muy bien lo que eso significaba: una discapacidad permanente y, muy probablemente, con un dolor constante. Su decisión fue arriesgada: intentaría ayudar a su cuerpo a que se recuperara de manera natural, conocía bien todo lo concerniente a huesos y músculos e ideó un plan de acción que incluía autohipnosis, meditación, una dieta que ayudara a sus huesos a regenerarse y ciertos ejercicios en el agua. Se recuperó totalmente en un tiempo récord y decidió ahondar en el tema.

Durante ocho años, estudió las remisiones espontáneas de enfermedades y le sorprendieron tanto los resultados que decidió volver a la universidad para intentar explicar científicamente lo que había descubierto: el poder de nuestro cerebro como director ejecutivo del cuerpo.

Joe Dispenza estudió Bioquímica en la Universidad Rutgers de New Brunswickle,en Nueva Jersey; obtuvo el doctorado en Quiropráctica en la Life University de Atlanta, donde se licenció magna cum laude y recibió el premio Clinical Proficiency Citation por la extraordinaria calidad de su relación con los pacientes. Miembro de la International Chiropractic Honor Society, ha cursado estudios de posgrado en neurología, neurofisiología, función cerebral, biología celular, genética, memorización, química cerebral, envejecimiento y longevidad.

Desde 1997 ha dado conferencias en 17 países de los cinco continentes. Participó en la famosa película-documental “Y tú qué sabes”.

¿Cómo empezó a interesarse por el cerebro?

He entrevistado a cientos de personas que han sido diagnosticadas con enfermedades –tumores malignos y benignos, enfermedades cardíacas, diabetes, alteraciones respiratorias, hipertensión arterial, colesterol alto, dolores musculoesqueléticos, raras alteraciones genéticas para las que la ciencia médica no tiene solución…–, pero cuyo cuerpo se ha regenerado por sí solo sin la ayuda de una intervención médica convencional, como la cirugía o los fármacos.

¿Milagro?

Observé que una de las causas principales de esas remisiones espontáneas era que habían cambiado su forma de pensar, así que volví a la universidad e hice la carrera de neurociencias para poder explicar qué es lo que ocurría. Cuando afirmo que nuestros pensamientos se convierten literalmente en materia, me baso en la más pura vanguardia científica. Básicamente, esos individuos cambiaron la arquitectura neurológica de su cerebro.

Estimulante curiosidad la suya.

Todas esas personas que tenían una remisión espontánea compartían cuatro cualidades específicas. Lo primero es que todas aceptaron, creyeron y entendieron que había una inteligencia superior dentro de ellos, da igual si la calificaban de divina, espiritual o subconsciente. Lo segundo es que todas aceptaron que fueron sus propios pensamientos y sus propias reacciones las que crearon su enfermedad, y puedo hablar y citar estudios sobre cualquiera de estos temas durante media hora. Hay un floreciente campo científico llamado psiconeuroinmunología que demuestra la conexión existente entre la mente y el cuerpo.

Le creo, pero avancemos en sus conclusiones.

La tercera característica común es que cada persona decidió reinventarse a sí misma para llegar a ser otro, y los estudios actuales en neurociencias muestran que esto es totalmente posible. Por último, tenían en común que durante el período en que intentaban meditar o imaginar en qué querían convertirse, hubo tiempos largos en que perdieron la noción del tiempo y el espacio.

¿Y eso qué significa?

El lóbulo frontal representa un 40% ciento de la totalidad del cerebro, y cuando estamos de verdad concentrados o focalizados, el lóbulo frontal actúa como un control de volumen. Como tiene conexiones con todas las demás partes del cerebro, puedo rebajar el volumen del tiempo y del espacio. En otras palabras, los circuitos que tienen que ver con mover tu cuerpo, sentirlo, percibir lo que hay fuera y percibir el tiempo pasan a un segundo plano, y el pensamiento se convierte en la experiencia en sí, es más real que cualquier otra cosa. De este modo el lóbulo frontal elimina todo lo que no es prioritario para focalizarse en un único pensamiento, y es en ese momento en que el cerebro rehace su cableado.

¿En qué se traduce?

Aquello en lo que pensamos y en lo que concentramos nuestra atención con más frecuencia es lo que nos define a escala neurológica. Un reciente estudio demuestra que las grandes ideas surgen cuando uno está relajado, pensando en otras cosas. Entre la intención y el rendirse. Antes se creía que la parte derecha del cerebro es la parte emocional o sentimental, el lado creativo, y la izquierda, la racional o lógica. Pero de hecho, el lado derecho del cerebro es el responsable de procesar la novedad cognitiva, las nuevas ideas que, cuando ya están memorizadas, cuando se convierten en familiares, pasan al lado izquierdo del cerebro. Es lo que conocemos como rutina cognitiva.

¿Cambiar las marchas del coche?

Todas esas cosas que hacemos sin pensar, sí. Ésa es la razón de que cuando un neófito escucha música la oiga con el lado derecho del cerebro, pero un músico profesional lo haga con el izquierdo. Esto significa que tenemos la oportunidad de aprender cosas nuevas y recordarlas, es la manera que tiene la evolución de hacer conocido lo desconocido. Podemos cambiar nuestra mentalidad. Al crear nuevos cableados y fortalecerlos con nuestro pensamiento, dándoles prioridad, los que no utilizamos tienden a desaparecer.

Usted habla de inteligencia espiritual, ¿qué es eso, cómo lo explica desde un punto de vista científico?

No hay nada místico en ello. Se trata de la misma inteligencia que organiza y regula todas las funciones corporales. Esta fuerza hace que nuestro corazón lata ininterrumpidamente unas cien mil veces cada día sin que nosotros pensemos siquiera en ello, y se encarga de las sesenta y siete funciones del hígado, aunque la mayoría de la gente ni siquiera sabe que ese órgano realiza tantas tareas. Esta inteligencia sabe cómo mantener el orden entre las células, los tejidos, los órganos y los sistemas corporales, porque ha sido ella quien ha creado el cuerpo a partir de dos células individuales.

¿El poder que da origen al cuerpo es el poder que lo mantiene y lo sana?

El cerebro no puede cambiar el cerebro porque es sólo un órgano, y la mente no puede cambiar el cerebro porque es un producto del cerebro. Así que tiene que existir algo que está operando en el cerebro para que cambie la mentalidad.

¿Cómo define ese algo?

Ja, ja, ja, esa es una pregunta muy filosófica, dos botellas de vino y quizá cuatro horas, porque se trata de la búsqueda del ser. Pero por el momento es curiosamente la ciencia la que nos permite explicar que efectivamente tenemos control sobre nuestra mente y nuestro cerebro, es decir, que no somos un efecto de nuestros procesos biológicos sino una causa. Básicamente, más allá de mis estudios sobre las remisiones espontáneas de enfermedades, lo que intento transmitirle es que nuestros pensamientos provocan reacciones químicas que nos llevan a la adicción de comportamientos y sensaciones y que cuando aprendemos cómo se crean esos malos hábitos, no sólo podemos romperlos, sino también reprogramar y desarrollar nuestro cerebro para que aparezcan en nuestra vida comportamientos nuevos.

¿Y la predestinación genética?

La investigación científica de vanguardia está mostrando que la genética tiene la misma plasticidad que el cerebro. Los genes son como interruptores, y es el estado químico en que vivimos el que hace que algunos estén encendidos y otros apagados. Se ha realizado un estudio muy interesante en Japón con enfermos dependientes de la insulina tipo dos que mostraba cómo los enfermos sometidos a programas de comedia normalizaban su nivel de azúcar en sangre sin necesidad de insulina. Veinticuatro genes activados sólo por el hecho de reírse. Los genes son igual de plásticos que nuestro tejido neuronal.

¿Cada vez que pensamos fabricamos sustancias químicas?

Así es, y estas sustancias a su vez son señales que nos permiten sentir exactamente cómo estábamos pensando. Así que si tienes un pensamiento de infelicidad, al cabo de unos segundos te sientes infeliz. El problema es que en el momento en que empezamos a sentir de la manera en que pensamos, empezamos a pensar de la manera en que nos sentimos, y eso produce aún más química.

Un círculo vicioso.

Sí, y así se crea lo que llamamos el estado de ser. La repetición de estas señales hace que algunos genes estén activados y otros apagados. Memorizamos este estado como nuestra personalidad, así que la persona dice: “Soy una persona infeliz, negativa, o llena de culpa”, pero en realidad lo único que ha hecho es memorizar su continuidad química y definirse como tal. Nuestro organismo se acostumbra al nivel de sustancias químicas que circulan por nuestro torrente sanguíneo, rodean nuestras células o inundan nuestro cerebro. Cualquier perturbación en la composición química constante, regular y confortable de nuestro cuerpo dará como resultado un malestar.

Estamos enganchados a nuestra química interna.

Sí, haremos prácticamente todo lo que esté en nuestra mano, tanto consciente como inconscientemente y a partir de lo que sentimos, para restaurar nuestro equilibrio químico acostumbrado. Es cuando el cuerpo ya manda sobre la mente.

¿Propone cambiar la química cerebral con nuestro pensamiento?

Es una parte de mi trabajo, no se trata sólo de cambiar la química cerebral, también los circuitos cerebrales, el cableado. Si podemos forzar al cerebro a pensar con otros patrones o secuencias, estamos creando una nueva mente. El principio de la neurociencia es que si las células neuronales se activan conjuntamente, se entrelazan creando una conexión más permanente. Una persona ante una situación, por nueva que sea, recurre a esa conexión, es decir, repite el mismo pensamiento una y otra vez y da las mismas respuestas, su cerebro no cambia, vive con la misma mente cada día.

¿Cómo interrumpir el ciclo?

A través del proceso de conocimiento y de la experiencia podemos cambiar el cerebro. Es buena idea examinar constantemente qué podemos cambiar dentro de nosotros. Si cada mañana nos planteáramos cuál es la mejor idea que podemos tener de nosotros mismos, tendríamos otro tipo de mundo.

¿Qué preguntas debemos hacernos para sentir de otra manera?

La mayoría de las personas cree que las emociones son reales. Las emociones y los sentimientos son el producto final, el resultado de nuestras experiencias. Si no hay experiencias nuevas o vividas de otra manera, vivimos siempre en la actualización de sentimientos pasados. Se trata del mismo proceso químico vez tras vez. Una pregunta que ayudaría a cambiarnos es: ¿qué sentimiento tengo cada día que me sirve de excusa para no cambiar? Si las personas empiezan a decirse: yo puedo eliminar la culpa, la vergüenza, las sensaciones de no merecer, de no valer…; si podemos eliminar esos estados emocionales destructivos, empezamos a liberarnos, porque son estos estados emocionales los que nos impulsan a comportarnos como animales con grandes almacenes de recuerdos. ¿Cuál es el mayor ideal de mí mismo? ¿Qué puedo cambiar de mí mismo para ser mejor persona? ¿A quién en la historia admiro y qué quiero emular?

Pero saber quién quieres ser no es suficiente para cambiar tu cableado.

No. El conocimiento es lo que precede a la experiencia. Aprender una información es personalizarla y aplicarla. Debemos modificar nuestro comportamiento para poder tener una nueva experiencia que a su vez crea nuevas emociones. El conocimiento es para la mente; la experiencia, para el cuerpo. Tenemos que enseñar al cuerpo lo que la mente ha entendido intelectualmente. Si seguimos repitiendo esa experiencia, se archiva en un sistema nuevo en el cerebro, y eso permite pasar del pensar al hacer, al ser.

El siguiente paso es cambiar hábitos de comportamiento, tiene que haber acción.

El hábito más grande que tenemos que romper es el de ser nosotros mismos, porque la neurociencia y la psicología dicen que la personalidad ya está formada antes de los 35 años, eso significa que tenemos los circuitos hechos para poder enfrentarnos a cualquier situación y, por lo tanto, vamos a pensar, a sentir y actuar de la misma manera el resto de nuestros días. Pero los últimos estudios muestran que sí es posible cambiar la personalidad en todas las etapas de la vida, para eso hay que convertir el hábito inconsciente en algo consciente, llegar a tener conciencia de esos pensamientos y sentimientos inconscientes.

¿Eso son 20 años de psicoanálisis?

Aunque llegues a entender intelectualmente que tu padre era muy dominante, eso no cambia tu condición. El primer paso siempre es aprender. Mientras vamos aprendiendo nueva información y empezamos a pensarla, la contrastamos con nuestras creencias y la analizamos, estamos cambiando nuestro cableado, construyendo una nueva mente. Una vez que esa nueva mente está establecida, tenemos que empezar a pensar cómo mostrarla, y ahí entra el cuerpo. Cualquier proceso de cambio requiere el desaprender y el reaprender.

Nota de la redacción. Agradecemos a Enrique Martínez Lozano su remisión.

jueves, 10 de abril de 2014

ENTREVISTA A ENRIQUE MARTÍNEZ LOZANO

RELIGIÓN, ESPIRITUALIDAD, NO-DUALIDAD…

 Enrique Martínez Lozano es escritor y conferenciante.  Psicoterapeuta y teólogo, se ha secularizado hace un año, lo que no ha cambiado un ápice la tarea a la que se dedica en exclusiva desde hace una década: el acompañamiento espiritual de grupos mediante el aprendizaje de la meditación en talleres y retiros por toda la geografía nacional. Autor de numerosos libros, escribe un comentario semanal del Evangelio en clave no-dual, que puede leerse en su web, y que envía gratuitamente a quien desee recibirlo. La espiritualidad es para él un viaje a la plenitud de nosotros mismos que nos convertirá en personas unificadas y compasivas. La espiritualidad es su tema. El tiempo y el papel se quedan escasos para contener el río de su pensamiento y su experiencia.

¿Enrique, qué es la espiritualidad?

Por decirlo de un modo sencillo, “espiritualidad” hace referencia directa a la dimensión profunda de lo real. Podría añadirse que lo “espiritual” es todo lo real, en su “doble cara”: lo visible y lo invisible, lo manifiesto y lo inmanifestado…, pero no como dos realidades añadidas, sino como los dos rostros de lo único Real.

 ¿Podemos hablar de una inteligencia espiritual?

 Indudablemente. Comprendo que haya personas a las que ese término les rechine, por diversos motivos, y que prefieran usar otro. Pero del mismo modo que no puede haber crecimiento humano sin el cultivo de la inteligencia emocional, tampoco es posible sin el cuidado de la “inteligencia espiritual”.

La espiritualidad es una dimensión humana tan básica y fundamental como la corporeidad, la afectividad o la sociabilidad. Su olvido supone una amputación grave de la persona.

Dicho de un modo más simple: del mismo modo que tenemos necesidades fisiológicas (somos cuerpo) y emocionales-afectivas (somos psiquismo), tenemos también necesidades espirituales que necesitamos conocer, gestionar y responder adecuadamente. Francesc Torralba ha escrito que “el ser humano, sea religioso o no, tiene unas necesidades de orden espiritual que no puede satisfacer ni desarrollar si no es cultivando la inteligencia espiritual”. Es así. Y, personalmente, constato que cada vez son más los padres y educadores que se hallan en esta búsqueda. Es necesario trabajar la “inteligencia operativa” y la “inteligencia emocional”. Pero si nos quedamos ahí, perpetuaremos el estado de “anemia” y, con él, la ignorancia acerca de quienes somos y el sufrimiento.

¿Cuáles son, según tu experiencia,  las aspiraciones del hombre de hoy en el terreno espiritual? ¿Hay sed de Dios?


 Hay sed de interioridad, de profundidad, de silencio, de plenitud… Porque no se puede soportar demasiado tiempo la anemia. La búsqueda es expresión del hambre y de la sed de Aquello que no puede ser satisfecho con ningún objeto. “¿Dios?”. Siempre que no lo confundamos con la misma palabra ni con ninguna de nuestras imágenes mentales. El Maestro Eckhart decía, en el siglo XIII: “No tengas ningún dios pensado, porque cuando cambie tu pensamiento, ese dios caerá con él”. Y Charo Rodríguez, una poetisa amiga, escribe: “Solo el Dios encontrado, / ningún dios enseñado puede ser verdadero, / ningún dios enseñado. / Solo el Dios encontrado puede ser verdadero”.

Es comprensible que las personas vivan aferradas a imágenes de Dios con las que han convivido desde niños. Sin embargo, para que haya crecimiento espiritual, antes o después se hace imprescindible reconocer que son solo imágenes y dejar caer cualquier representación mental. Solo entonces, estamos disponibles para experimentar y saborear el Misterio. Y es que, como dijera el teólogo y cardenal Nicolás de Cusa, en el ya lejano siglo XV, “Dios es lo no-otro de nada”.

 A Dios, dices,  no lo podemos pensar, solo vivirlo. Pero, ¿cómo vivir a Dios?

 Seamos o no conscientes de ello, Dios ya se está viviendo en todos nosotros, en todo lo que es. Un Dios “separado” es solo una proyección mental. Lo “dejamos vivir” sencillamente en la medida en que caemos en la cuenta de ello. Ahí mismo empezamos a percibir y vivir la no-dualidad.

“Vivir a Dios” es exactamente igual a “vivir nuestra verdadera identidad”. Y eso requiere, lógicamente, des-identificarnos del “yo” que creíamos ser. Por eso, puede decirse que el camino espiritual consiste en la desapropiación del yo, no por ningún tipo de voluntarismo ético, sino porque hemos comprendido que nuestra identidad es otra. Y, en “lo que somos”, no hay ningún tipo de dualidad con “lo que es”.

Eso es, por otro lado, lo que vivió Jesús, tal como lo expresa Jean Sulivan, en una de las frases que me parecen más hermosas sobre él: “Jesús es lo que acontece cuando Dios habla sin obstáculos en un hombre”. Eso es “vivir a Dios”.

Tú has llegado a la espiritualidad desde la psicología, afirmas. Y hablas continuamente de la no-dualidad. Psicología transpersonal, no-dualidad… son conceptos que hay que explicar a los no iniciados, y que tienen un significado grande en el terreno de la espiritualidad…

La no-dualidad es un “modo de conocer” y, por tanto, un modo de acercarnos a lo real y un modo de vivir, que me parece más ajustado que el “modo mental”. Más ajustado porque lo Real no puede ser sino uno-en-la-diferencia.

Desde el modelo mental, se enfatiza uno de esos dos polos, y así se habla de monismo (panteísmo) o dualismo; pero eso no hace justicia a lo Real; es solo una lectura mental.



Me parece que el paso del “modelo mental” al “modelo no-dual” –que se está empezando a dar ya en la filosofía, la psicología, la sociología, la hermenéutica…- constituye uno de los cambios más revolucionarios de nuestro momento histórico, por todas las consecuencias que aporta.

Es lo que siempre habían dicho los místicos. En la actualidad, lo dicen incluso los físicos cuánticos. Estoy preparando un libro, que probablemente salga en la próxima primavera, que se titula precisamente: “Otro modo de ver, otro modo de vivir. Invitación a la no-dualidad”. El mismo trabajo en la preparación de ese libro me ha supuesto un gran enriquecimiento.

En cuanto a la psicología transpersonal,  llamada también psicología integral, es aquella que no olvida ninguna dimensión del ser humano. Cada vez somos más conscientes del empobrecimiento humano que supone el reducir la persona a una estructura psicosomática. La psicología transpersonal, nacida de la mano de la psicología humanista, nos hace caer en la cuenta de aquella dimensión más profunda –transmental, transegoica-, que no es otra que la dimensión espiritual.


¿No es el reconocimiento de la Presencia algo común a las tradiciones religiosas?

Efectivamente, más allá de las palabras que usemos –Presencia, Consciencia, Plenitud, Vacío, Dios…-, las religiones surgen habitadas por un mismo anhelo: desvelar el misterio de la existencia, responder a las preguntas: “¿quién soy yo?” y “¿qué sentido tiene todo esto?”, apuntar hacia el Misterio último –la Mismidad- de lo que es… La pena es cuando se absolutizan y remiten a ellas mismas –contra esta tendencia autorreferencial de la religión está hablando mucho el papa Francisco- o se enredan en palabras o creencias, a las que atribuyen un (imposible) valor absoluto.

Las religiones tienen tendencia a caer en una doble trampa: buscar el poder y confundir su creencia con la verdad. Justo lo opuesto a lo que enseñaba Jesús. Eso hace que aparezcan ante la gente con un aire de superioridad, que provoca cada vez más recelos, cuando no rechazo abierto.

En un movimiento de autodefensa, la religión esgrime que su creencia no es aceptada debido al relativismo actual. Pero, con frecuencia, el condenado “relativismo” no es sino una etiqueta descalificadora que usa quien no puede o no sabe convivir fácilmente con el pluralismo.


Es decir, que religión y espiritualidad no son identificables…

No; podemos considerar la religión como el “mapa, y la espiritualidad como el “territorio”; o en otra imagen clásica, la religión es la “copa”, mientras la espiritualidad es el “vino”. Mientras se percibe así, no hay ningún problema. Religión y espiritualidad no están identificadas, pero tampoco tienen por qué estar reñidas. El problema llega cuando las religiones  se olvidan de que son solo una construcción humana que busca “canalizar” el Anhelo, un medio al servicio de lo que somos. Cuando eso ocurre, la religión, en lugar de unir, separa y excluye. La espiritualidad, por el contrario, es siempre inclusiva, por una razón muy simple: porque constituye nada menos que el territorio de nuestra “identidad compartida”, más allá de los “mapas” que utilicemos. Esto explica también que pueda existir legítimamente una “espiritualidad religiosa”, al lado de una “espiritualidad laica” (Marià Corbí) o una “espiritualidad atea” (André Comte-Sponville). En mi opinión, las religiones están llamadas a vivirse como “servidoras” de la vida de las personas y de la espiritualidad.


¿Qué hay en la tradición religiosa católica para saciar la sed espiritual de que hablábamos al inicio?

Una profunda riqueza: la persona de Jesús de Nazaret; la sabiduría de los textos fundantes; una tradición ininterrumpida de experiencia mística, aunque en ocasiones haya quedado “nublada” o velada por aspectos institucionales que parecían ocupar y controlar todo; una tradición secular de humanización y entrega, al lado, sin embargo, de actitudes y comportamientos fanáticos, autoritarios, violentos, culpabilizadores y represores. La historia cristiana me parece un espejo patente de lo que es la ambigüedad de lo humano; o, expresado de otra forma, de lo que es capaz de hacer el ego incluso con lo más sagrado.


Hay muchas prácticas cristianas que ayudan a una rica experiencia interior… ¿no tenemos ahí un tesoro por redescubrir?

Sin duda, la tradición cristiana es un tesoro por redescubrir y, en algunos casos, incluso por estrenar, si confrontamos nuestra vivencia –y la de la Iglesia- con lo que fue Jesús de Nazaret.

En ese redescubrimiento, me parece que ha de ocupar un lugar esencial lo que fue el “camino” más característico de Jesús: la compasión hacia el ser humano en necesidad. Y, simultáneamente, toda la gran tradición contemplativa, que ha sido considerada habitualmente en la Iglesia como algo marginal. Esto me parece un enorme empobrecimiento.


Hablemos, pues, de meditación…

La meditación no es, en primer lugar, un método ni una práctica…, sino un modo de vivir o un modo de ser, un estado de consciencia, caracterizado precisamente por la no-dualidad.
Al estar habitualmente identificados con la mente, necesitamos “ejercitarnos” en superar es inercia, y así poder descorrer el velo que nos impide reconocer nuestra verdadera identidad. En este sentido, meditar consiste en estar en el presente, acallar la mente y atender a lo que está aconteciendo. Son tres modos de expresar lo mismo, ya que esas tres cosas no pueden darse sino simultáneamente.


Eso me lleva a preguntarte por el prestigio de lo oriental, de lo budista en concreto. ¿Cuál es la razón de ese prestigio?


Primero, que contiene mucha sabiduría y mucha experiencia. No hace mucho tiempo, un budista me comentaba: “Entre nosotros, damos prioridad a la experiencia que conduce a la sabiduría, al «despertar»; vosotros, en cambio, dais preferencia a las creencias y a la sumisión a la autoridad religiosa”.

Pero hay otros factores: uno no menor consiste precisamente en el hecho de que, al venir nosotros de una tradición religiosa que parecía encerrada en creencias y mandamientos, hemos estado echando de menos el cultivo de la dimensión espiritual, de una forma experiencial.

Por otro lado, aunque es cierto que el Maestro Eckhart, Teresa de Jesús o Juan de la Cruz son exponentes sublimes de la experiencia mística, ellos, a diferencia de los maestros de Oriente, no dan una “pedagogía” para avanzar por ese camino contemplativo.

Al mismo tiempo, nos hemos hecho conscientes, como decía antes,  de que toda religión no es sino un “mapa” que intenta desvelar el misterio del existir o apuntar hacia el “territorio” anhelado que somos. Al verlo así, no solo queda sanamente relativizada toda creencia, sino que aprendemos a contrastar los diferentes mapas con la riqueza que cada uno de ellos aporta. Estoy convencido de que el futuro de las religiones ha de ser el encuentro humilde entre ellas, en el que se descubran buscadoras humildes al servicio de la genuina espiritualidad: es lo que quería expresar al hablar de los “mapas” al servicio del “territorio”. En este sentido, me gustaría citar un libro que me parece muy valioso en todo este campo del llamado “diálogo interreligioso”. Es el libro de un experto, Javier Melloni,  que lleva por título: “Hacia un tiempo de síntesis”.


El “mindfulness”, tan actual, ¿es lo mismo que la meditación?

Se suele decir que el mindfulness ha significado el descubrimiento de la meditación por parte de la psicología y la psiquiatría. Tanto es así, que en la última década, la cuestión más investigada dentro del campo psicológico, en Estados Unidos, ha sido la eficacia del mindfulness para el trabajo terapéutico.

Con todo, en rigor, siendo una muy buena noticia el interés de la psicología por ello, no es exactamente lo mismo que la meditación. El mindfulness o atención plena puede entenderse como una herramienta terapéutica que favorece la unificación e integración psicológica de la persona. Pero la meditación –repito, hablando con rigor-, si bien es imposible vivirse in “atención plena”, es otra cosa; como decía antes, es un estado de consciencia, caracterizado por  la no-dualidad.


¿Cómo cultivar la espiritualidad, cuál es tu propuesta para avanzar en el camino espiritual?

La respuesta también es sencilla: creciendo en consciencia de quienes somos. Al final, todo se ventila en la respuesta adecuada a esta pregunta: “¿quién soy yo?”. Mientras la respuesta sea inadecuada, permaneceremos en la ignorancia y el sufrimiento –aunque seamos personas muy “religiosas”-; por el contrario, la respuesta adecuada, liberándonos de ello, tiene sabor de plenitud.
Lo que ocurre es que la respuesta no puede venir desde la mente (el modelo mental de conocer) porque, al ser una parte de lo que somos, su respuesta es inevitablemente reductora; nos hace creer que somos apenas una estructura psicofísica, un “yo individual”; es decir, reduce nuestra identidad al “yo-idea”. Cuando se trabaja a partir de esa creencia, todo –el mismo trabajo psicológico e incluso la propia vivencia religiosa- resulta empobrecido.

La respuesta adecuada no puede ser resultado de un razonamiento o de una elaboración conceptual. Porque no podemos ser nada que podamos pensar, ya que todo lo pensado necesariamente es un objeto (mental). Únicamente podemos conocer lo que somos…, cuando lo somos. Y para ello necesitamos silenciar la mente, y así acceder a una experiencia directa, inmediata y autoevidente de nuestra verdadera identidad.

Aquí se da una hermosa y profunda paradoja: ni podemos pensar lo que somos, ni somos lo que podamos pensar. Una paradoja que encuentra un atractivo paralelismo en lo que nos dice la física cuántica: “lo que vemos no es real, y lo real no podemos verlo”.

El camino espiritual no es otra cosa que reconocer quiénes somos y vivirnos conectados a ello. A esto las tradiciones espirituales le han llamado “despertar”, un estado de consciencia que se caracteriza por la sabiduría (comprensión) y la compasión.


 Entrevista realizada por Lala Franco, publicada en Alandar 304 (enero 2014).


Nota de redacción: El teléfono de la esperanza de León organiza los días 26 y 27 de abril un curso con Enrique Martínez Lozano en León.

lunes, 24 de marzo de 2014

ENTREVISTA A GIORGIO NARDONE


MÁS ALLÁ DE LA RAZÓN. OTRO MODO DE CONOCER


 "Es una perversión de la inteligencia creer que la razón lo solventa todo".

Este psicólogo, reconocido internacionalmente, defiende que todos podemos ser víctimas de la duda patológica.

Creador de la Terapia Breve Estratégica, y considerado como uno de los mayores exponentes de la llamada Escuela de Palo Alto, este profesional de la psicología lleva más de veinte años solucionando los problemas psicológicos de sus pacientes en su centro de Arezzo (Italia), fundado juntamente con quien fuera su maestro, Paul Watzlawick. Reconocido internacionalmente como uno de los terapeutas más creativos y rigurosos, es autor de casi una treintena de libros. El último, acaba de ver la luz: Pienso, luego sufro (Paidós).

Su último libro versa, en esencia, sobre la duda patológica. ¿De qué hablamos cuando hacemos referencia a este concepto?

Es cuando un sujeto entra dentro de un laberinto mental, donde la persona continuamente intenta obtener respuestas correctas a través de preguntas mal formuladas. Este laberinto se transforma en una trampa mortal que, en su máxima expresión, que puede llevar a un trastorno obsesivo paranoico y psicótico. Kant decía que antes de pensar en la respuesta, hay que analizar si la pregunta que nos hacemos es correcta.

Nos obsesionamos en obtener la respuesta que nos tranquilice, cuando partimos de una pregunta errónea…

Esa es la trampa. La necesidad de encontrar la seguridad es, a la vez, una imposición para encontrar una respuesta tranquilizadora. Cuanto más busques las respuestas, más surgirán las preguntas.

¿Se trata de una anomalía que la modernidad ha acentuado?

Sin duda, porque la modernidad ha incrementado la idea de que el ser humano puede tener el control de todo. La ilusión de que a través del razonamiento racional yo puedo manejarlo todo crea una confrontación frente a la realidad. Y cuando esto sucede, la persona que la padece se desmorona.

Aunque parezca contradictorio, usted defiende que con la llegada del razonamiento apareció también la duda…

Así es. La duda y el razonamiento racional son complementarios. Si yo busco una respuesta racional a una pregunta que no tiene solución, que es indecidible, entraré en una trampa de la que no podré escapar.

¿Todavía somos víctimas de los postulados de Platón y Aristóteles, quienes apostaban por un control racional de la realidad?

Efectivamente. Aristóteles decía: verdadero o falso, y excluía una tercera posibilidad. Pero en la realidad hay cosas que no son ni verdaderas ni falsas, sino que son las dos cosas al mismo tiempo. Es la paradoja de la ambivalencia lógica. Por ejemplo, tú estás con tu mujer y la quieres mucho. Pero ella, antes que contigo, compartió la vida con otro hombre. Tú le preguntas si le quería, y ella te responde “sí, pero a ti te amo más”. Ahí está la ambivalencia. Lo que dice ella es verdadero y falso al mismo tiempo. En la mayoría de las relaciones afectivas, la ambivalencia es mucho más frecuente que la racionalidad. Y es por esa razón. Cuando quiero resolver un problema basado en la ambivalencia a través de un razonamiento racional, creo una duda patológica.

Conclusión: “De lo que no se puede hablar, es mejor guardar silencio”, como dijo Wittgenstein, al que usted cita.

Naturalmente [risas].

¿Todos podemos ser víctimas de la duda patológica?

Absolutamente, porque es una perversión de la inteligencia. La ilusión de creer que la razón lo solventa todo es una perversión de la inteligencia. A más inteligente la persona, más riesgo tiene de caer en la trampa.

 Entonces, ¡viva la ignorancia!

¡No! Los ignorantes tienen la misma cantidad de dudas patológicas que las personas inteligentes. Lo que pasa es que se hacen preguntas más simples, pero caen en el mismo problema. Te pondré un ejemplo. Un hombre le dice a su mujer: “Me voy con los amigos de borrachera”. Y la mujer le contesta, “diviértete, cariño” [risas]. El hombre pensará: “¿cómo es posible que mi mujer me de esa contestación?”. Es una paradoja, ¿no? Por tanto, no es un canto a la ignorancia lo que digo. Precisamente, para salir de la duda patológica se necesita un salto lógico que requerirá inteligencia. Porque para convivir con la lógica de la ambivalencia se necesita no solo inteligencia, sino también una flexibilidad mental y una capacidad de mirar las cosas desde diferentes perspectivas.

¿Qué problemas acarrea ser víctima de la duda patológica?

La persona que la padece necesita estar tan segura antes de tomar una decisión que acaba por ser incapaz de decidir algo rápido. Este sería el primer efecto. Dicha realidad puede conducir al segundo efecto: la incapacidad de tomar decisiones. Y si el problema persiste, la situación se puede complicar patológicamente hasta llegar a la total invalidación de la persona.

La duda patológica adopta multitud de formas. Usted hablaba de la perversión de la razón, de la inteligencia, pero estaría también la figura del inquisidor interior…

Así es. El inquisidor interior es el que te dice que “tú siempre eres el culpable de todo”. También existe el saboteador interior. Es el que te va diciendo que no estarás a la altura de la circunstancias, “que no tienes suficiente capacidad”. Y el perseguidor interior es el que defiende que “tarde o temprano las cosas irán mal”. Todas ellas son formas de duda patológica. Este descubrimiento deriva del estudio de las estrategias que nosotros llevamos a cabo desde hace muchos años. Descubrimos cómo el problema trabaja a través de la estrategia que lo soluciona. La solución que resuelve el problema indica cómo este se estructura. Esto conlleva que utilicemos diferentes estrategias para resolver las diferentes formas de duda patológica.

¿Y todos tenemos ese inquisidor, ese saboteador interior?

Efectivamente. Ya sea el inquisidor, o el saboteador, o la perversión de la razón. No tenemos la capacidad de hacerles frente si no tenemos en cuenta el equilibrio que debe haber entre las preguntas y las respuestas. Cuando aparece una duda que no tiene solución, ninguna respuesta la bloqueará.

Para invalidar la duda patológica, usted sugiere bloquear la respuesta que nos damos. ¿Por qué no la pregunta?

Cuantas más preguntas intentes bloquear, más preguntas crearás. Si yo me opongo a la pregunta, surgen más. Si yo, por el contrario, acepto la pregunta e intento bloquear la respuesta, atenuaré, inhibiré, la pregunta. La respuesta depende de ti, la pregunta no, simplemente surge, aparece.

Y cómo hacer frente a una duda que se ha convertido ya en obsesión y que nos corroe por dentro…

Primero, intentamos explicar a la persona la trampa en la que ha caído. Una vez hecho esto, explicamos las dos posibilidades que hay. La primera, bloquear la respuesta para inhibir la pregunta. Si la persona no es capaz de llevarlo a cabo, pasamos a la segunda opción. Se trata de escribir el desesperante diálogo interior que acosa a la persona: duda, respuesta, duda, respuesta… A medida que van escribiendo, son más capaces de bloquear las respuestas para inhibir las preguntas. Es una estrategia que funciona.

Si practicamos esta gimnasia mental que usted propone, ¿acaba uno por automatizarla?

La psicología aspira a encontrar el estado de tranquilidad total, pero no existe. Tú puedes ser el mejor en el control de tus emociones, con esta gimnasia mental de bloquear las respuestas para bloquear las dudas que surgen, pero cuanto más inteligente seas, más problemas te surgirán para que los intentes resolver. Einstein escribió: “Mayor es mi capacidad de descubrir, más misterios me van surgiendo”. No hay tregua. En las artes marciales chinas, hay una imagen bonita que lo explica. Se enfrentan los dos mejores maestros. Uno tiene una técnica de ataque, el otro la anula con una buena defensa. El primero utiliza otra, el segundo vuelve a neutralizarla. Una nueva llave recibe la misma respuesta… y así hasta el infinito. Estamos predestinados a bregar con nosotros mismos hasta el final de nuestros días.

Tomado de  La Vanguardia.com.



domingo, 2 de marzo de 2014

ENTREVISTA CON ODILE FERNANDEZ


“Mi cura del cáncer fue un milagro muy currado"

La médica de familia y superviviente de cáncer Odile Fernández explica cómo cambios sencillos en la alimentación y el estilo de vida pueden prevenir y alterar la evolución de la enfermedad

En los últimos tres años, la doctora andaluza Odile Fernández ha vivido el más difícil todavía. Superó un cáncer cuando los oncólogos estimaban que sólo tenía el 5 por ciento de posibilidades de curación y, contra todo pronóstico, quedó embarazada de un bebé, su segundo hijo, que ahora tiene dos meses.

Como tantos otros enfermos, ya embarcada en un tratamiento de quimioterapia Fernández preguntó a los oncólogos qué comer y qué medidas tomar para combatir por su cuenta la enfermedad. De su negativa a aceptar la respuesta del equipo que le atendía –"no hagas nada y come todo lo que te apetezca"–nace su libro 'Mis recetas anticáncer', que se publicó en junio y está en su quinta edición. “El problema es que los médicos no tienen formación sobre nutrición y todo les da miedo”, señala Fernández frente a un batido de mango, kiwi y manzana –su desayuno– en una cafetería de Madrid. “El cáncer es la enfermedad del miedo. Pero comer lechuga no va a tener una interacción con la quimio”.

Fernández, de 34 años, insiste en que el libro se titula así porque esas son las recetas que le funcionaron a ella. “No hay ninguna fórmula mágica. Pero el mensaje que quiero hacer llegar es que podemos hacer mucho contra el cáncer a través de la alimentación. No seas el sujeto pasivo. Infórmate, muévete, pregunta, toma las riendas de tu enfermedad junto a tu equipo médico”.

¿En qué medida cree que su curación se debe a los cambios en su alimentación y estilo de vida, versus tratamiento convencional?

No sabemos si fue la quimio o la alimentación. Lo que creo es que fue todo. Me habían dado un 95 por ciento de posibilidades de morir en cinco años. En principio, no se planteó como quimio curativa, sino paliativa, que podía alargar la vida unos meses o años. Pero yo no quería vivir unos pocos meses más, quería sanarme. Así que hice mi quimio junto con grandes cambios en la alimentación y en el tema emocional.

¿Cuáles fueron, en esencia, estos cambios?
Lo primero fue eliminar todo lo refinado y azucarado; los niveles altos de azúcar se relacionan con niveles más altos de cáncer. Después eliminé fritos, barbacoas, precocinados, la comida fácil de microondas. En aquel momento hacía muchas guardias y me alimentaba con mucha prisa, no había tiempo para cocinar. En lugar de eso, introduje verdura cruda y fruta y eliminé la leche y la carne.

¿Y en el estilo de vida?
Dejé de trabajar, se acabaron las guardias. Aprendí a mantener la mente en calma a través de la meditación. Era muy perfeccionista, muy dada a los demás, y aprendí a sosegarme, a pensar primero en mí y después en los otros. Empecé a hacer ejercicio. Perdí 25 kilos en la época de la quimio. Una de las cosas más importantes es tener el peso adecuado. Y aprender a decir que no, a relajarte.

¿Si tuviera que recomendar un único cambio en la dieta, cuál sería?
Huir de la comida envasada y comer alimentos frescos y de temporada. Mira cómo comían nuestras abuelas. Recuperemos la dieta mediterránea tradicional, la alimentación hecha en casa.

¿Por qué dice no a la leche?
En la facultad nos dicen que la leche es buena por el calcio, para la osteoporosis. Pero observemos las estadísticas: donde hay más osteoporosis es en los países donde más leche se consume. La leche no es tan buena. Nos enseñan ese dogma y no nos lo planteamos, pero es antinatural. Para digerirla necesitamos lactasa. La tenemos al 100 por cien cuando somos pequeños, pero a partir de los 6 o 7 años va descendiendo. Estamos concebidos para tomar leche sólo de pequeños, cuando la necesitamos.

¿Qué tiene de malo la carne?
Un alto consumo, sobre todo de carne roja y embutidos, aumenta la incidencia de cáncer, principalmente de colon. La carne no tiene fibra, viene cargada de nitratos, de pesticidas, de omega 6 por el tipo alimentación que llevan los animales. La carne blanca podríamos consumirla con moderación. Pero el problema es que somos hiper-carnívoros: hay gente que toma carne tres veces al día. En la dieta mediterránea original se hacía matanza en Navidad y se tiraba de ello todo el año.

¿Nos recomienda un plato anticancerígeno?
El gazpacho, que es de mi tierra. Lleva tomate, cebolla, ajo, aceite de oliva, pimiento y pepino, todos ellos alimentos anti-cáncer y crudos.

¿Cómo se alimenta ahora?
Procuro seguir la misma alimentación que hacía durante la quimio. Mucha gente descubre que la alimentación influye y víctima del miedo cambia, pero luego vuelve a las andadas. Sin embargo, el cambio hay que mantenerlo en el tiempo.

Hay quien ha seguido todo esto –una alimentación y un estilo de vida más saludable– y no le ha funcionado. ¿Cuál es el mensaje para estas personas?
No hay fórmula mágica, y por eso tenemos tanto miedo al cáncer. No hay ningún tratamiento que sea totalmente efectivo. El problema es que no hay una enfermedad, sino enfermos, y cada caso es diferente. Hay casos de cáncer muy extendido que se curan, y otros muy localizados que se extienden. Yo creo que el tratamiento emocional marca la diferencia. No es lo mismo enfrentar un cáncer desde la positividad y la alegría que desde el miedo y la soledad. Aquí se demuestra el poder de lo emocional, pero no sólo en el cáncer sino en todas las enfermedades. Por eso reivindico que seamos parte activa.

No recomienda usar la olla exprés, presente en todos los hogares. ¿Por qué?
Porque alcanza los 140 grados, y queremos conservar los fitoquímicos de los alimentos, que se pierden a partir de los 95 grados. Está bien para legumbre y cereal, pero si metes verdura le haces fosfatina.

Asumía que la barbacoa era una forma de cocinar saludable hasta que leí su libro.
Lo que es saludable es la plancha, siempre y cuando no quemes el alimento. Pero en la barbacoa, ese color negro son los benzopirenos, carcinógenos… Lo ideal es cocinar el vapor, sin grasa ni aceite.

Recomienda encarecidamente las setas…
En Japón, donde más se consumen, algunos oncólogos lo utilizan como suplemento alimentario. Permiten que la quimio se tolere mejor.

La colonia, mejor no olerla.
Para que perduren tanto, los perfumes tienen ftalatos (un grupo de compuestos químicos). Cuanto más permanezcan en nuestro cuerpo, peor para nuestra salud. "Sexy para ellas, veneno para el bebé", decía una campaña en EEUU para mamás embarazadas. Los perfumes van al torrente sanguíneo; se asocia con cáncer de mama. Lo ideal son aceites esenciales o algo que se está perdiendo: ser más sencillos y oler a personas, no enmascarar nuestro olor.

¿Y de dónde bebemos agua?
Este es un tema muy controvertido. El agua del grifo de Madrid, por ejemplo, contiene muchos tóxicos. Se podrían eliminar si en lugar de filtrar con sales de aluminio, como se hace ahora, se filtrase con filtros de carbono. El agua embotellada no es la solución: es un atentado ecológico.

¿Cuál fue la reacción de sus compañeros tras su curación?
Cuando se cumplieron los dos años libre de enfermedad, me dijeron que había sido un milagro. Pero les dije que no, que era un milagro que había hecho yo. Lo mío es un milagro muy currado. La reacción de mis compañeros de primaria fue buena. Recomiendan mucho el libro, no sólo para cáncer, también para diabetes, hipertensión, obesidad… Los especialistas son más reacios.

¿Qué planes tiene tras la baja por maternidad?
Tengo mi plaza en atención primaria. Me gustaría continuar en sanidad pero centrada en el paciente oncológico, aconsejando sobre alimentación y estilos de vida.

¿Cuál fue para usted la mayor sorpresa al investigar y, después, escribir este libro?
El poder de los alimentos, de la naturaleza. Cómo contienen fitoquímicos anticáncer, y como algunos medicamentos incorporan fitoquímicos en quimio. La curcumina de la cúrcuma, por ejemplo, o la quimio que se extrae de un alga del mar. Si tiene poder a nivel de laboratorio ¿por qué no tomar nosotros más algas, más cúrcuma, etc? Me sentí engañada porque nadie me hablase de esto, sólo de quimio, de radioterapia.

Pero es lo que a menudo hacen los médicos: en cuanto entras a la consulta tienen lista la receta.
Hay pacientes que si no salen de la consulta con su pastilla creen que eres un mal médico. Pero cada vez más profesionales contamos al paciente lo que puede hacer para prevenir la enfermedad. Los médicos y sanitarios tenemos mucho poder en este sentido. Más medicina preventiva y menos pastillas.



Entrevista publicada en El País 

lunes, 17 de febrero de 2014

ENTREVISTA AL PSICÓLOGO RAFAEL SANTANDREU


“¿Me muero mañana? ¡Fenomenal!”

El psicólogo Rafael Santandreu es el autor español de autoayuda que más ha vendido desde 2012. El catalán aplica una terapia cognitiva radical y anda servido de autoestima.

De 43 años y catalán, Rafael Santandreu ofrece psicología cognitiva en su vertiente más radical en El arte de no amargarse la vida, el libro español de autoayuda más vendido desde 2012 (200.000 ejemplares). “A unos les parece muy natural y lógico lo que digo. Otros se indignan y me insultan. Me voy acostumbrando”, dice. Y pestañea. Y vuelve a pestañear. No está casado. Ni está seguro de que logre enamorarse.

Pregunta. Doctor, sufro terribilitis.
Respuesta. Alégrate, te puedes curar. Se trata de que controles a partir de ahora tu diálogo interno. Crees que necesitas muchas cosas para estar bien y no es verdad. Si ajustas tus necesidades al mínimo empezarás a disfrutar de la vida. Pero hay que hacerlo en serio, de forma radical, porque si no, no se cambia.

P. Dice en su libro que pensar en la propia muerte “pone en perspectiva cualquier provocación y nos proporciona serenidad profunda”. No me sale.
R. Pues háztelo mirar. Debería funcionarte.

P. Me quita el aliento.
R. No lo piensas bien. Cada proceso natural es deseable. La muerte es buena y bonita. ¿Me muero mañana? ¡Fenomenal!

P. ¿Por qué tienen tanto éxito los libros de autoayuda?
R. Porque la gente tiene una urgente necesidad de saber cómo vivir. Los libros de autoayuda de ahora son los libros de filosofía y religión de antaño.

P. ¿En qué momento se dijo 'Me lanzo a la autoayuda'?
R. Mi hermano pequeño me preguntó que cuánto cobraba en mis consultas y la verdad es que cobro bastante. 'Pues solo lo podrá pagar la gente a la que le vaya muy bien', me dijo. Y se me ocurrió escribir para que quien lo desee haga psicoterapia por su cuenta y pagando poco.

P. ¿Cómo era usted de niño?
R. Muy feliz. Nací en una familia humilde. Éramos de clase baja-baja. Comimos siempre pero algún día casi no. Mi padre era albañil y mi madre ama de casa. No hacían ningún drama de ello y nosotros tampoco. Eran súper positivos y aprendí que se necesita muy poco para ser feliz.

P. ¿Cuándo se cruzó en su camino la psicología cognitiva?
R. La estudié en la universidad y me pareció demasiado simple. A los 25 años releí a Albert Ellis, uno de los referentes. Entonces estaba en una fase neurótica, descontento, me quejaba por todo. Decidí aplicar con fuerza su teoría y, ¡pum!, resolví esa neurosis. Pero mi forma de aplicarla es muy salvaje.

P. Dice que sobrevaloramos la comodidad. Pero hay momentos, viajando en tren, por ejemplo, en que un niño se pone a gritar...
R. Te tienes que dar cuenta de que tienes una incapacidad seria en ese momento. Puedes ser súper feliz aunque haya ruido. La comodidad jamás ha dado la felicidad. Hay que cambiar el chip. Si no, la necesidad de comodidad seguirá creciendo.

P. Usted propone un ejercicio, visualizarse a uno mismo viviendo feliz en la indigencia.
R. Lo hago cada día. Me imagino haciendo cosas positivas. Ayudo, aprendo, me enamoro, desenamoro, viajo. Me veo totalmente.

P. ¿Algún grupo de la población que admire?
R. A los hippies, okupas y cristianos auténticos. Me considero una combinación de todos ellos.

P. ¿Cree en las religiones?
R. Sí, en general son mucho más benéficas que maléficas.

P. ¿Cree en Dios?
R. (silencio) Creo en mi cerebro espiritual, más que en Dios. De todos modos, no puede haber ningún creyente que no dude. Hasta el Papa. Si no, están locos.

P. Dice que donará su cuerpo a la ciencia. ¿No le da cosa?
R. Me hace gracia imaginar a dos jovencitas de primero diseccionando mi pene y mis órganos y que aprendan con ello. Una última utilidad, qué bien, ¿no?

P. “Me gustaría que fueras más ordenado pero si no lo eres te seguiré queriendo”. Interesante su propuesta para solucionar los problemas de pareja.
R. La exigencia entre iguales nunca funciona. Tarde o temprano, si te impones, te la devuelven. Nadie confía en que sugerir con amor es suficiente para que te lo den todo. O al menos el 80%, cuando antes te daban el 20% y con unos berrinches terribles.

P. Creo que la mayoría calificaría sufrir un cáncer como “terrible”. Solo un monje budista lo describirá como “malo”.
R. Mucha gente corriente se lo toma con fortaleza y tranquilidad. Es importante que sepamos que es posible verlo así. Tú eliges si quieres ser débil o fuerte.

P. Dice que no necesita a nadie que lo quiera pero, ¿le gustaría encontrarla?
R. Moderadamente sí, pero no encontrándola soy muy feliz también. Para echarme pareja tiene que ser muy buena.

P. Me temo que cuando te enamoras, te enamoras.
R. Puede ser. Pero es que estoy tan bien soltero...

Carmen Pérez Lanzac. El país digital.