Un hombre hablaba con el Señor acerca del cielo y el infierno. El Señor le dijo a ese hombre:
-Ven, te mostraré el infierno. Entraron en una habitación en donde un grupo de personas se encontraba sentado alrededor de una enorme olla de guisado. Todos estaban desesperados y muertos de hambre. Cada persona sostenía una cuchara que tocaba la olla, pero cada cuchara tenía un mango mucho más largo que su propio brazo, de tal manera que no podía utilizarse para llevar el guisado a sus bocas. El sufrimiento era terrible.
- Ven, ahora te mostraré el cielo, – dijo el Señor – después de un tiempo.
Entraron en otra habitación, idéntica a la primera, la olla de guisado, el grupo de personas, las mismas cucharas con mango largo. Sin embargo, allí todos estaban felices y bien alimentados.
No comprendo, dijo el hombre.¿Porque están felices aquí, si en la otra habitación se sienten miserables y todo es igual?
El Señor sonrió.
- Ah, es sencillo, respondió. Aquí aprendieron a alimentarse mutuamente. Es decir, mientras que en el infierno cada uno quiere comer con su cuchara y no es capaz de compartir con los demás, en el cielo cada uno piensa primero en el hermano y con su propia cuchara lo alimenta al otro.
Moraleja: en cualquier situación de la vida, pero mucho más en los momentos de adversidad (una enfermedad, una muerte, un despido, etc.) cuanto más cohesionado esté el grupo menos perturbación producirá la tragedia. En estas situaciones una cosa es evidente: las razones sirven poco, lo que ayuda es la proximidad, la solidaridad, la transferencia positiva. Por esto es necesario crear un clima de comprensión, no de razones, para abortar la angustia. Debemos pasar de un tú, y un yo, a un nosotros, que potencie un clima de confianza y seguridad. Por esto podemos afirmar que toda conducta que favorezca la cohesión del grupo y fortalezca los valores de solidaridad y comprensión será una buena fórmula para paliar la angustia en estas situaciones. Parafraseando la célebre frase de Sastre podemos afirmar, pues, “que el cielo…pueden ser los otros”.
Alejandro Rocamora
Psiquiatra
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