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jueves, 13 de diciembre de 2012

ODA TRISTE POR MI CHACHA



Sí, yo he permitido que me utilicen, que abusen de mí y que me traten como una chacha

Vivimos en lo que se llama una “sociedad del bienestar” en la que, paradójicamente cada vez hay más malestar y soledad. Son muchas las teorías y soluciones que se apuntan sobre este asunto. Entre todas ellas, y basándome en mi propia experiencia, me gustaría hablar, de forma humorística, el abuso sobre las personas.

En el curso sobre autoestima del Teléfono de la Esperanza aprendimos que las personas con problemas de amor propio, dejan, favorecen e incluso estimulan el abuso sobre sus propias personas. Cuesta ver y sobre todo, entender esta situación. Nuestro cerebro tiende a autoengañarnos con la intención de protegernos del dolor. Pero esto genera malestar, angustia, un desastre en las relaciones y, sobre todo, que la situación se repita una y otra vez.

Para superar este tipo de abusos hay que tener el coraje de verlo: “sí, yo he permitido que me utilicen, que abusen de mí y que me traten como una chacha”. A partir de ahí, hay que asumirlo, con todo el cariño y apoyo que podamos darnos para, a continuación, si es posible, reírse de ello. He sido en un momento de mi vida una vulgar chacha, porque yo lo he consentido y porque así creía que obtendría el cariño y atención de los demás.

Pero ahora me río, sin rencores, aunque con pequeñas cicatrices, porque sé que ya no volveré nunca más a pasar por esa situación y porque sé que si en cualquier ocasión siento la incómoda tentación de “volver a coger el mocho” en beneficio ajeno, podré darme cuenta enseguida de lo que me yo estoy haciendo.Nada digo de las personas que “emplean” a esas “chachas”, pues no puedes acusar al zorro de comerse todas tus gallinas si tú misma le abres la puerta del corral.

Si en mi vida he tenido alguna vez una persona “empleadora” está en mi mano darle la oportunidad de entender que las cosas han cambiado. Si no lo entiende, por mi y por mi bien, me doy la vuelta y sigo mi camino, pero no pierdo ni un instante en quejarme de algo que yo misma he consentido.Y ahora, riámonos todos de los dolores pasados:

ODA TRISTE POR MI CHACHA

Yo tenía una chacha hacendosa y laboriosa, catedrática cum laudem en bayetas y estropajos.
Me tornaba los suelos espejos, los mármoles joyas y los platos patenas.
Nadie barría como mi chacha, nadie usaba el plumero con su maña y desparpajo.
Pero mi chacha me salió respondona y protestona.
Gruñía la maldita, pretendiendo derechos y consideraciones.
¡Desagradecida!, ¡inconsciente!

¿Acaso no la quería yo más que al mocho?
¿Acaso no le prestaba la debida atención cuando me interesaba, me importaba y se trataba de mi bien?Volviose impertinente la cabrona, contestona y revolucionaria.
¡Qué angustia soportarla!
 ¡Qué sacrificios por mantenerla atada a la lejía y el friegasuelos!
¡Y qué alivio cuando la perdí de vista!...

¡Qué pena que aún tengo telarañas y ya no tengo chacha que las limpie!
¡Qué triste estoy sin mi chacha!
¡Mirad cuánto sufro y me lamento!
Ya no tengo quien me limpie, quien me barra y quien me lave.
Mi chacha abandonó la fregona, ¿qué haré yo sin mi chacha?
Aunque lloro sin consuelo, el remedio ya lo tengo:
buscarme otra chacha que friegue sin quejas, protestas ni pretensiones de ser persona humana.

María José Calvo Brasa, participante en el taller de Autoestima

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