Marcha. Fotografía Jesús Aguado |
La frase que tiene ocupado mi pensamiento desde hace unos días es una que escuché recientemente: “Cada ser es lo que da. Mirad lo que dais y veréis lo que sois.”
Ciertamente, las flores expanden su aroma porque es parte de sí mismas y, aunque no hagan otra cosa que adornar y perfumar, ello las identifica. Así también el agua da vida; el sol, luz y calor; los árboles, frutos, sombra y madera; los animales, compañía o alimento o seguridad o instinto de protección....
Ellos dan lo que son. ¿Y nosotros?
Podemos pasarnos los días destilando amargura y tristeza (¿somos sólo eso?). Podemos dar escucha, vitalidad y alegría (¿siempre?). Podemos ser luz o sombra, algodón o cardo, salvación o condena, puente o puerta cerrada, grandiosos o raquíticos.
Nosotros elegimos.
Los que por dar tiempo y dedicación a los demás son generosos y grandes, pueden un día decidir dejar de serlo. Y los que por no dar ni un ápice de su ser - ni las gracias- son egoístas, raquíticos e insolidarios, pueden también otro día descubrir un camino distinto.
Esto es importante: poder elegir. Claro que analizando lo que damos vemos cómo somos, es un buen espejo. ¿Qué da el resentido sino resentimiento? ¿Qué el profundo sino serenidad? ¿Qué el amargado sino amargura? ¿Qué el dichoso sino dicha y esperanza?
Veamos lo que damos. Pero si lo que vemos no nos gusta, siempre podremos cambiar. Estamos en continuo crecimiento (o decrecimiento) y en continua evolución. Tenemos a nuestro alcance infinitas posibilidades.
Menos mal.
La escribana del Reino
M.E.Valbuena
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