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domingo, 6 de enero de 2013

VIVIR SANAMENTE EL PRESENTE




El hombre no es el resultado de un calendario, ni de un reloj, sino es el resultado de la manera que ha vivido o va a vivir los hechos de su existencia. Por esto podemos afirmar que una persona no se distingue por su pasado o futuro, sino por la manera de elaborar y metabolizar cada una de sus experiencias, tanto las positivas como las negativas.

Se pueden distinguir tres formas patológicas de vivir el tiempo: la persona depresiva se siente invadido por la culpa del pasado y el miedo al futuro; la persona ansiosa quiere adelantar el futuro y parece como si le faltara tiempo para realizar las tareas cotidianas y la persona maníaca pretende transformar el presente: su euforia y alegría desbordante es una manera de huir de la situación angustiosa del momento actual. La normalidad se encuentra en ser capaz de armonizar esos tres instantes: pasado-presente –futuro.

Es cierto, como afirma Rollo May que el hombre tiene el poder de “mirar antes y después” para tomar conciencia de sí mismo. Así si tengo que ir a una entrevista de trabajo es bueno que ensaye antes lo que voy a decir (futuro) y que tenga en cuenta experiencias parecidas anteriores (pasado). Pero estas vivencias pasadas no son determinantes para la actualización presente: así no podemos ampararnos en que nuestra familia de origen fue un caos (padre alcohólico, malos tratos, graves problemas económicos, etc) para justificar los actuales resultados académicos o la mala relación de pareja. Tampoco el futuro puede invadir de tal manera nuestras vidas que nos bloquee, ya que esa angustia es estéril por doble motivo: no sirve para resolver el problema (pues aún éste no se ha producido) y además está provocando angustia que lo único que consigue es más angustia.

También para vivir sanamente el presente debemos dosificar los diferentes problemas y no vivirlos de forma global: la enfermedad del marido, el bajo rendimiento académico de un hijo, los problemas laborales y un largo etcétera pueden estar presentes en nuestras vidas. La única salida válida es lo que ya se recoge en la célebre frase de Julio César: “divide y vencerás”, es decir hay que fragmentar los problemas e intentar soluciones parciales no globales.

Alejandro Rocamora Bonilla
Psiquiatra

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