Con más frecuencia de la deseada me encuentro a personas que, debido a su posición de superioridad (padres, profesores, jefes…), imponen sus decisiones de forma absoluta a sus subordinados. Por lo que he observado, se trata, normalmente, de seres inseguros que no quieren cuestionamientos a sus opiniones y que ejercen un poder basado en el miedo y la amenaza. Su falta de flexibilidad crea ambientes hostiles y poco agradables.
Otras veces, para mi alegría, encuentro en mi camino a personas abiertas, francas y auténticas, que –en esa misma posición- escuchan, proponen, tienen en cuenta criterios diferentes a los suyos y aplican el sentido común muy acertadamente. El ambiente a su alrededor no tiene nada que ver con el que provocan los anteriores, entre otras cosas, porque se respira tranquilidad a su lado.
Y también alguna vez –pocas, he de decir- he tenido la suerte de toparme con alguien que, habiendo sido inflexible, inseguro y autoritario en un principio, ha dado un giro a su postura y se ha colocado de una forma más libre y menos rígida ante la vida. Debo decir que cuando este encuentro ocurre me siento feliz, puesto que es la demostración palpable de que nada está escrito y de que cada uno elige cómo quiere ser y vivir.
Encontrar a estos últimos es reavivar la esperanza de que nada está perdido, de que todo es susceptible de cambio, de que tomar las riendas de la propia vida y dejarse querer es cuestión de tiempo. Y de ganas.
La escribana del Reino
M.E.Valbuena
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