En estos momentos de crisis parece un contrasentido, y hasta puede sonar a fuera de lugar, dedicarse a hacer cualquier tipo de celebración. Pero, por extraño que parezca, es cuando más se necesita.
Leo Buscaglia –profesor americano de ascendientes italianos- dijo una vez que de su madre había aprendido a mimar los momentos duros y tristes de su vida. Que la filosofía que esa mujer le había transmitido no era la común. Cuando las cosas iban mal en casa ella se esmeraba en hacer la mejor comida y en adornar de la mejor forma la mesa con el fin de infundir ánimo, porque, según ella, cuando uno está mal es precisamente cuando más necesita cariño y detalles.
Yo también participo de esa idea. Creo que casi todos tenemos algún motivo para celebrar, aunque nos cueste verlo entre tanto pesimismo ambiental y nos dejemos arrastrar por la corriente del desánimo.
Celebrar es pararse y tomar conciencia de lo que se tiene. Es empeñarnos en buscar momentos de felicidad. Es detenerse a dar gracias. Es desenmarcarse de los límites cotidianos impuestos y aferrarse con fuerza a la esperanza. Es apostar por cuidar lo positivo en nuestra vida e ir desterrando lo que nos daña. Es vivir el presente.
Celebremos, pues. Que la luz siempre puede a la sombra.
La escribana del Reino
M.E.Valbuena
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