Golondrina sobre la parra |
Extraña palabra y extraña sensación la que produce.
Ese vivir sin vivir en una misma. Ese no saber dónde agarrarse. Ese descontrol donde cada cosa sigue su ritmo escapándose de nuestro albedrío. Ese no saber lo que ocurrirá este año, este mes, esta semana, mañana mismo…
Y sin embargo hay que aprender a vivir en la incertidumbre. Ligeros de equipaje, como dijo Anthony De Mello.
Porque por mucho que seamos, que tengamos o que controlemos, la vida es, por definición, inesperada, incontrolable. Y casi lo único seguro es que algún día nos abandonará sin excepción.
Mientras tanto buscamos seguridades varias: trabajos fijos, relaciones estables, propiedades, cómodas posesiones, disfrutes dosificados… que, en un momento dado, sin planearlo ni quererlo, desaparecen. Y volvemos a vivir en la incertidumbre no por vocación, sino porque no nos queda otra.
Me cuesta la incertidumbre. Pero me cuesta más ignorarla. Porque si hago como que no la veo me sacude de vez en cuando de una forma tan brusca que me deja sin palabras, sin entendimiento.
Quiero creer que llegará un momento en que sea capaz de integrarla en mí, en que me haga amiga de ella, en que pueda sobrellevarla tranquilamente e incluso abrazarla con alegría, como hicieron hace varios siglos unos sabios en Asís.
La Escribana del Reino
M.E.Valbuena
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