Hoy se cumple el primer aniversario de la muerte de un hombre de eterna recordación, al menos para todos aquellos que tuvimos el honor de conocerlo y disfrutarlo. Él no fue la típica persona que pasó por la vida comiendo y respirando. Fue un hombre con principios y convicciones, comprometido con el momento que le toco vivir. En solo 15 días, un cáncer terminó con la vida de un hombre bueno, joven, lleno de belleza, con ilusiones y proyectos de futuro, exitoso profesional y con una inteligencia brillante. Difícilmente volveré a encontrarme en la vida con una persona igual.
Han sido tiempos muy difíciles. Una catástrofe que hundió a todos sus hermanos y sobrinos; provocó un dolor terrible en familiares y amigos; destruyó la vida que mi madre y él habían construido juntos, y de la que yo y mis hermanos formamos parte.
No ha habido un solo día que no haya pensado en él, pero ahora algo ha cambiado. He sonreído al recordarlo. Y cuando sonrío, logro recordar los momentos felices que vivimos y las risas de las que disfrutamos juntos. Recordar como me abrió a las cosas que merecen la pena en la vida, es como si de nuevo comenzase a ser feliz. Ese ha sido el mejor regalo que me hizo, su mejor legado.
Yo no creo en las casualidades o el azar. Estoy seguro que todo lo que ocurre tiene una explicación. Estoy convencido que nunca llegaremos a conocer todos los misterios que el universo plantea. Por eso creo que tiene que haber algo, creo en la energía y en la fuerza; y en la fuerza y la energía que produce el amor, estoy seguro que, cuando has querido a alguien tanto y te han querido con tal fuerza, una vida no es suficiente.
Pienso que lo que nos espera tras la muerte es un estado desconocido para el hombre y diferente a la vida. Pero estoy convencido que él estará ahí, junto a sus padres y algún buen amigo que ya ha llegado, preparándolo todo y esperando a todos los que lo quisimos.
En memoria de mi padre: Miguel Villa Díez
Sergio VM
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