Ellos son la razón principal de vivir, la alegría de la huerta. |
Niños
Un día de este pasado verano me llamó la atención una pareja joven porque mis hijos estaban tirando petardos en la plaza del pueblo a las 10 de la noche. Les molestaba. Bien, lo entiendo, es un ruido que asusta aunque a los pequeños les agrade. Pero no me gustó el tono en el que me lo recriminaron porque vino con la frase añadida de ‘menuda educación’. Sobraba, la verdad. Pero eso me dio pie a contraatacar (la venganza está muy dentro de nosotros aunque no lo queramos reconocer) y les recriminé a ellos que no sujetaran al perro que tenían porque me había ladrado a los pies y también eso me resultaba molesto a mí. Fui cruel al preguntarles ¿A que vosotros no tenéis hijos? Efectivamente, no los tenían, tenían perro, sino quizá hubieran entendido esa necesidad innata que tienen estos chavales de chinchar, correr, gritar, gastar bromas (quién no llamó a una puerta y corrió a esconderse), burlarse… Claro que hay que ponerles límites a los menores, pero aquí no quiero hablar de la educación, sino de niños, de hijos. Desde bien joven tuve como meta formar una familia y tener hijos. Lo tenía claro. Lo consideraba como ley de vida. Mis padres me habían engendrado y era lo menos que podía hacer yo, crear vida también. He tenido dos hijos y, la verdad, me hubiera gustado tener más de no haber sido por las circunstancias económicas y personales que no lo aconsejaban. Es una experiencia tan enriquecedora… Lo que se aprende cada día, lo que te enseñan.
No puedo por menos que sentir lástima por las parejas que voluntariamente han decidido no tener hijos. Y tengo varias en mi entorno. Quienes no pueden biológicamente tenerlos es distinto. También queda el bello gesto de adoptar, a pesar de las trabas que pone esta sociedad a la adopción. “Anda, con la guerra que dan, con lo bien que se vive sin niños”. Me parece el colmo del egoísmo. Quienes no tienen hijos por voluntad propia son también cobardes por no querer enfrentarse a la tarea más importante de esta vida, criar y educar a unos seres que te llenan completamente como persona. Tarea nada fácil, a la que nadie te enseña, pero ¿acaso alguien dijo que fuera fácil vivir? Y muchos de esos padres potencialmente vacíos vienen de una familia numerosa, donde alaban a padres y hermanos. Entonces, ¿qué les ocurre? No lo entiendo, perdónenme. Desde que entré a la escuela se me quedó grabado esa afirmación que dice que los animales (no olvidemos que somos animales y en muchos momentos muy muy animales) nacen, crecen, se reproducen y mueren. Bueno, pues hay de quien se salta la tercera fase haciendo alusión a su libertad. Bien, bueno, pues sigo sin entenderlo. ¿Soy algo rudo? Puede que sí, pero es que ahora mismo no me cambio con nadie que me diga que al no tener niños viajan donde y cuando quieran, duermen a pierna suelta, se levantan los fines de semana a la hora que les dé la gana, pueden dedicar su tiempo libre a cultivar el ocio y las aficiones. Bien, bien, pues ale, a vivir así sin problemas, pero ya llegaremos a viejos, si es que llegamos. Yo, de momento, ya tengo otra ilusión a largo plazo, tener nietos de los que disfrutar como estoy disfrutando de mis hijos. Eso siempre que mis niños no sean de los que ‘pasen’ de tener hijos. Por si acaso, les invitaré a que lean este apunte por si puedo influir en ellos. Estoy aún a tiempo.
Asín sea.
Juan.
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