Con la edad y la observación he llegado a constatar hechos y realidades que para mí son incuestionables. Uno de ellos es que la gente comprometida, solidaria y altruista vive más feliz y está más contenta consigo misma.
Mientras otros concentran sus esfuerzos y tiempo en encontrarse bien y hacer cosas para ese exclusivo fin, los solidarios –sin descuidar su proceso personal- trabajan también para los demás, dedicando tiempo, esfuerzos y recursos para que el entorno que les rodea sea más sano, más grato, más humano.
¿De dónde les viene esa fuerza que les lleva a salir de ellos mismos a pesar del desencanto, la incomprensión y las críticas? ¿Por qué ellos aportan energía y esperanza dónde otros sólo exponen quejas, desidia y derrotismo? ¿Son unos idealistas que no pisan tierra y aún no se han enterado de que la realidad y las personas no cambian ni cambiarán?
Por lo que yo he podido comprobar ellos pisan más la tierra que los que deambulan alrededor de su ombligo un día sí y otro también; ellos no se rinden ante una realidad injusta, aunque en muchas ocasiones no lleguen a ver el triunfo de sus esfuerzos y desvelos; ellos transmiten esperanza e ilusión porque creen en lo que hacen y en cómo lo hacen; ellos dan; ellos viven el compromiso como parte de su vida y no lo ven como una carga sino como algo liberador. Ellos se crecen en sus renuncias.
Posiblemente, una cierta dosis de compromiso en nuestra vida nos evitaría malestares y nos haría más libres, más auténticos y más felices. No nos quejaríamos tanto y “viviríamos” más.
La escribana del Reino
M.E.Valbuena
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