Mariposa en flor. Foto Jesús Aguado |
La protagonista de uno de los best sellers del pasado año basaba el éxito de su trabajo (era diseñadora) en el detalle: todas sus composiciones eran normales con un detalle especial y eso la diferenciaba de la competencia.
Al margen de la originalidad o no del planteamiento sí que creo que los detalles individualizan a las personas que los tienen. Puede que no les valoremos en el día a día, pero si faltan, cómo echamos de menos las atenciones.
Incluso aquellos que se confiesan no detallistas, que dicen no acordarse nunca de fechas importantes para los otros, que no suelen dar las gracias por casi nada, agradecen en su fuero interno –aunque no lo expresen- esos detalles cotidianos que, precisamente por serlo, no los tenemos en cuenta.
¿A quién no le gusta una comida recién hecha esperando su llegada? ¿Una mesa puesta con esmerado cuidado? ¿Una señal de complicidad? ¿Una llamada por que sí? ¿Un regalo inesperado? ¿Una foto dedicada? ¿Unas flores? ¿Una sonrisa al ser recibido? ¿Un e-mail sorpresa? ¿Una casa acogedora y caliente dónde sentirse cómodo? ¿Una caricia al pasar por tu lado? ¿Una mirada cálida? ¿Un sitio ordenado y limpio? ¿Una canción? ¿Un “qué te pasa”? ¿Unas palabras de apoyo? ¿Un rato de compañía? .... Y tantos, tantos otros.
Vivimos rodeados de detalles. Y no los vemos. O no los vivimos como lo que son.
Pero en esto (como casi en todo) las personas detallistas disfrutan el doble: una vez cuando los preparan y otra cuando los viven. Mientras que los no detallistas tal vez ni los disfruten al no ser conscientes de ellos.
El detalle por sí mismo es un triunfo en lo cotidiano. Y quien lo vive así es ya un triunfador.
La escribana del Reino
M.E.Valbuena
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