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domingo, 4 de noviembre de 2012

MITOS SOBRE EL DUELO






• Prohibido sentirse liberado: la muerte siempre es un mal no deseado; es algo que viene pese a que no la llamemos. Cuando fallece un ser querido se puede producir una doble vivencia: sensación de vacío (por la pérdida) y sensación liberadora. Me lo decía en cierta ocasión Encarna, una hija soltera de 52 años, que durante la última década, había estado atendiendo a su padre con Alzehimer y que había fallecido hacía solamente unos días: “Es como si me hubiera quitado una fuerte carga – decía, mientras las lágrimas corrían por sus mejillas-”.Esta mujer, como tantas cuidadoras/es, estaba experimentado un sentimiento de liberación no exento de pena. ¡Pero esta situación es humana, no patológica! El amor, incluso el heroísmo en la atención al enfermo, no está reñido con el sentimiento, también humano, de paz, liberación tras su muerte. Lo patológico, mas bien, sería lo contrario: pretender ocultar el “bienestar” que esa muerte ha producido.

• Todos los que mueren son los mejores: si repasas las muertes de familiares y amigos siempre encontrarás el mismo discurso: “era muy bueno”; “muy querido por su familia”; “tenía muchos amigos”; “siempre ayudaba al compañero...”. Y el rosario de alabanzas podría continuar hasta el infinito. Parecería como si nunca se murieran los egoístas, los envidiosos, los agresivos, los malos esposos u esposas, el compañero “trepa”, etc. Lo cierto es que la muerte no hace distinción de sexos, edad o condición. Lo que ocurre es que los vivos, para seguir viviendo, necesitamos hipertrofiar las bondades de los muertos y quedarnos con todo lo maravilloso que fueron, o que nosotros fantaseamos que fueron.

• Siempre se puede hacer más: Recuerdo que en cierta ocasión, entre sollozos, mi amigo Luís me confesó: “me siento muy mal pues si a mi padre le hubiera llevado a otro hospital, posiblemente no hubiera fallecido...”La realidad era que había sido atendido por los mejores médicos y se le habían aplicado los tratamientos más actuales para su cáncer de colon. Luís no quería comprender que la muerte es inexorable y que nunca se puede hacer todo, por la sencilla razón de que somos limitados, no omnipotentes. La verdad es que tras la muerte de un ser querido queda un “rescoldo de culpa” que es preciso exteriorizar para poder neutralizarlo.

• “A mayor duelo”, mayor signo de cariño: al menos en la cultura rural, se identifica signos de pena y sufrimiento con afecto por el difunto. Es decir, si lloras, y cuanto más fuerte y continuado mejor, es señal inequívoca de tu amor por el difunto. Pero la realidad es que no siempre hay una relación directa entre “manifestación de pena” y amor. A veces, las lágrimas no afloran a los ojos; en otras ocasiones, una excesiva pena es posiblemente la manifestación de una culpa por una mala relación con el difunto; y lo más evidente: la mejor forma de mostrar nuestro cariño es en vida, y sobre todo en el cuidado cuando se está enfermo.

Alejandro Rocamora Bonilla
Psiquiatra


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