Hay preguntas que la mayor parte de las personas en algún momento nos hacemos. Preguntas que forman parte de las entrañas del ser humano. Preguntas que es mejor adelantarse a contestar para que no nos pillen de improviso. ¿Quién soy yo o para qué estoy aquí?, constituyen el corazón de nuestra propia búsqueda. Junto a estas dudas hay otras que las merodean, que las envuelven y las acercan. ¿Por qué y para qué el mal, el daño fortuito, la calamidad?. ¿Podemos elegir o nuestra vida se escribe a base a unos acontecimientos que nos sobrevienen, especialmente en nuestra infancia y el resto de nuestros días es ir repitiendo secuencias, actitudes, comportamientos?. ¿Cabe algo qué hacer, qué decidir y qué cambiar o somos víctimas sin más de un juego macabro escrito por la divinidad, el azar o la simple casualidad?.
Estas reflexiones nacen después de la lectura del afamado libro “La soledad de los números primos”, de Paolo Giordano, en el que los protagonistas – Mattia y Alice – repiten tristemente en su vida los encadenamientos tristes de una infancia de soledad, incomprensión y abandono y se pasan el resto de sus días reescribiendo tus propias vidas en soledad, incomprensión y abandono. La historia deja en el lector un poso de tristeza, desánimo y desaliento, en la que los protagonistas se sienten imposibilitados e incapaces de salir de un pozo que es hondo y oscuro, hasta tal punto que “Mattia pensaba que él y Alice eran eso, dos primos gemelos solos y perdidos, próximos pero nunca juntos”. Incapaces de vivir una vida que no fuera desencuentro y melancolía.
¿Es inexorablemente así?. Quien más quien menos repetimos cuentos pasados y nos dejamos vencer por viejos egoísmos, iras rancias, envidias sin horizonte, perezas nauseabundas e inercias cotidianas. Pero, ¿no es posible arriesgarse, salir de nuestra torre sombría, aventurarnos a conocernos, desentrañar nuestros enredos, desempozoñarnos de nuestras miserias, hacer nuestro propio guión de vida, aunque sea endeble y tenga tachaduras y deslices?.
En mi pequeño portal una pareja de golondrinas han hecho un nuevo nido. A mitad del verano se mudaron de casa y se alojaron en el nido que parecía abandonado del año anterior. Mientras se deshojan estas palabras una de las golondrinas se ha posado en uno de los tres faroles que quieren dar luz a la abierta portalina. Está tan cerca de mí que me parece sorprendente. Por las noches duerme en la parra que circunda el recinto. Ahora observa. La miro y me mira. Se la ve tranquila. Respira de forma pausada. Como yo en este instante. Dejo de escribir... Quiero escucharla...Despereza las alas, está silenciosa, se arrasca con el pico, mueve la cabeza, no me quita el ojo... La siento. Es éste un momento sagrado. Hermoso. Lúcido.
Echa a volar dejándome su certeza. A mi se me escapa una tímida sonrisa.
¿Si las golondrinas saben cambiar de nido, no sabremos los humanos...?
Valentín Turrado
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