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jueves, 11 de octubre de 2012

¿HAY GENTE TÓXICA?


Soy un testarudo, me dicen los allegados. Me defiendo patas arriba justificándome que necesito llegar a las cumbres para hablar de ellas y que no me basta lo que otros me cuentan. Quiero experimentar en mi propia piel. Vivir por mi mismo.

Hace años, no tantos, se hablaba, bajo la influencia atroz de un lenguaje religioso que sirvió al menos para veinte siglos, de que existía “gente pecadora”. El paso ineludible del tiempo varió el lenguaje por el de “gente malvada”, gente que consciente o inconscientemente se enredaba y le deleitaba en hacer daño. Hoy la expresión se ha hecho más abierta, más amplia y se ha acuñado el término de “gente tóxica”. Basta leer uno de los libros más vendidos en esta última temporada y que lleva por portada este mismo título, de Bernardo Stamateas.

Gente tóxica es la que tira de nosotros hacia abajo, la que nos corroe la ilusión o sólo sabe ver nuestros fallos, nuestras sombras, nuestros puntos negros. ¡Que los tenemos, por supuesto!. Son personas que se encuentran mal consigo mismas y quieren extender la tinta oscura de su propio malestar.

A la gente tóxica le encanta poner peros a los felices, a los contentos, a los bondadosos, a los atrevidos, a los pioneros. Menospreciarlos. Torpedearlos. Cuestionarlos. Responden a este mensaje interno: “como yo estoy mal, tú tienes que estar mal” o aquel otro “todo es una mierda”. Todo menos ellos, claro. Donde hay gente tóxica hay ambiente tóxico. Nauseabundo. Cuesta respirar.

Reconozco que me caído del burro. Echo un vistazo a mi alrededor y pongo nombres de gente tóxica que me ha rodeado a lo largo de mi vida o que ahora me rodea. Nombres que tan sólo me importan a mi. De la misma forma que los tuyos, amigo lector, sólo te importan a ti.

Y acepto que en algún momento de mi vida o en este mismo instante yo puedo ser tóxico para alguna persona. ¡Ojalá que no...!.

Me quedo con la duda de qué hacer ante la gente tóxica. Esa reflexión pedirá otra entrada en este blog.


Valentín Turrado M.

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