- Las uvas de la suerte –
A sabiendas de mi afición a comer uvas con queso, me han regalado unas uvas, de manera que llevo ya unas cuantas noches cenando tan suculento manjar. Me encanta.
Siempre que veo uvas me viene a la memoria la Nochevieja y sus uvas de la suerte -que algunos no toman, otros toman solos, otros por compromiso, otros se atragantan al son de las campanadas, otros hacen trampas…- pero ahí están, siempre puntuales, siempre en el punto final de año, siempre como una referencia. Uno más de tantos ritos.
Dicen que conviene tomarlas campanada a campanada para asegurarse un buen año de suerte. Y yo lo hago. Pero no siempre los años resultan igual de buenos a pesar de haber cumplido rigurosamente con el rito. Así que dudo realmente si deben ser llamadas uvas de la suerte.
Las que sin duda pueden llevar tal calificativo son las que en estos días estoy disfrutando.
Cada noche, mientras las saboreo, pienso en la suerte que tengo por haberme topado en el camino con quienes me las han regalado; por estar en un proceso de acercamiento y conocimiento mutuo; por compartir momentos, espacios, reflexiones y sentimientos; por dejarnos llevar por la ilusión de los inicios sin fecha de caducidad; por empezar abriendo puertas físicas y emocionales; por ir cumpliendo expectativas. En definitiva, por habernos encontrado.
¿Hay o no motivos para que éstas sean las auténticas uvas de la suerte?
M.E.Valbuena
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