- Amedrentar –
Viejo oficio el de amedrentar. Viejo y no por ello sabio.
Todos conocemos a personas (padres, profesores, jefes, compañeros, incluso hijos o alumnos) que muestran y ejercen su poder a base de miedos, amenazas, gritos y miradas asesinas. Todos los hemos sufrido alguna vez y, a lo peor, también hemos usado el amedrentamiento como medida de control.
Existen auténticos profesionales que amedrantan cuanto pueden para sentirse ellos seguros en su espacio vital. Presumen de tener una autoridad incuestionable y de ser respetados allá por dónde van. Y se lo creen.
Personalmente nunca he creído en otra autoridad que la que aporta la dignidad personal y la autenticidad de cada ser, ni en otro poder que el basado en el convencimiento y el conocimiento. Y si guardo recuerdos de personas amedrantadoras no son precisamente recuerdos cariñosos, sino incómodos y de no repetir.
En los últimos tiempos parece ser éste un estilo en alza. Ordenar, mandar, no dar explicaciones, exigir cumplimento ciego y situarse por encima de. Que quede bien claro quién es el que manda y quién ha de obedecer, quién determina los parámetros a seguir y quién es sólo un instrumento a ordenar.
No me gusta nada.
Si he de pasar a la historia de las personas con las que me cruzo en la vida, prefiero hacerlo como alguien al que recuerdan con cariño y echan de menos, a alguien al que nunca levantaron la voz y obedecieron sin más.
Afortunadamente, como siempre digo, la mayoría de las veces podemos elegir qué infundir en los demás: si respeto y cariño, o miedo y amenazas. En nosotros está la decisión.
M.E.Valbuena
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