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domingo, 21 de julio de 2013

ENCAUZANDO LAS EMOCIONES.



He descubierto que se puede cambiar

Cuando comencé el taller de “Encauzando las emociones”, allá por el mes de abril, no me imaginaba que podía sentir tantas: odio, rabia, miedo, culpa, vergüenza, envidia (¿quién se atreve a reconocerla?), amor, alegría…
Allí me encontré con otras trece almas llenas de sentimientos que, a veces, cómo yo, no sabían cómo descifrar, corazones expectantes, personas generosas, decididas a descubrirse. Personas entrañables, afectuosas, tímidas, angustiadas… Cada una llena de emociones, de vida. Seres humanos que me han ayudado con su cariño, ternura y cercanía. Gracias a todos. Por permitirme entrar en vuestra vida y por querer estar en la mía. Espero que os quedéis en ella para siempre.
El taller lo hicimos entre todos: cada persona del grupo ha sido necesaria y ha enriquecido al resto. Por supuesto, con el trabajo imprescindible de nuestro coordinador, que me ha hecho salir del caparazón con sus “preguntas tontas”, sí, esas sencillas, fáciles, evidentes… o sea las importantes, que él nos soltaba a todos, como sin querer, descubriéndome (descubriéndonos) las heridas del alma, para poder curarlas. Gracias infinitas por tu ayuda.
En cada sesión, el respeto, la comprensión, la escucha de todos hacia cada vivencia allí expresada creó el clima de confianza necesario para seguir hablando. No había prisa por marchar. Ni siquiera en la calle…
Durante estos meses he recordado algo que ya había aprendido en el Teléfono: se puede cambiar. Y me llevo, además, el regalo de las personas maravillosas que he conocido y con las que espero seguir recorriendo el camino del conocimiento y de la vida. Así cualquiera…

                                                                                              M.J.

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