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martes, 9 de julio de 2013

COVERSACIONES CON MI MENTE



DONDE HAY CONFIANZA…


Cuando no nos fijamos en lo que sucede a nuestro alrededor permitimos que determinadas situaciones dolorosas queden debidamente “justificadas” con frases hechas (grabadas a fuego en nuestra cultura) que se nos sueltan alegremente tras la “bofetada”. Una de las más manidas es esa de “donde hay confianza da asco”. Y con ella se nos pretende decir que si las personas de nuestro entorno nos gritan, nos tratan con desprecio o nos infravaloran, no lo hacen a propósito, faltaría más… lo hacen (¡hay que fastidiarse con la frasecita!) porque NOS QUIEREN. Y lo peor de todo es que, llevamos tan grabado en nuestra cabeza este absurdo, que hasta nos lo creemos a pies juntillas. Además, para rematar la faena, existe esa otra bonita frase de: “quien bien te quiere te hará llorar”. Así, con sentencias de tan ilustrada sabiduría, dejamos que nuestra dignidad como personas se vaya erosionando poco a poco a medida que vamos recibiendo tantas y tan exquisitas muestras de “cariño”.

Me costó muchísimo darme cuenta de estas “pequeñeces”. Me costó mucho entender que la persona que me grita, aunque sea de vez en cuando y que pretende infravalorarme con comentarios hirientes no me quiere. Y si, según no se sabe qué escala de medida de los afectos, en verdad me quiere, prefiero que no lo haga, parafraseando otro dicho, esta vez más cierto y aconsejable (¿será por eso tan poco conocido?): “no me quieras tanto: quiéreme mejor”.

A nadie le gusta que le hagan daño; que le dirijan tonos de voz hirientes, mordaces u ofensivos. A nadie le gusta que le traten con desprecio. Por eso, dichos como los dos primeros que señalé sobran. La confianza no puede dar asco. La verdadera confianza da tranquilidad y bienestar, al saber que las personas pueden compartir su tiempo, sus alegrías y sus dolores. La verdadera confianza se da entre iguales. La otra, esa que tanto bendicen quienes la defienden, se da en vertical; entre quien se cree superior y disfruta maltratando a los otros, y quien se siente inferior y maltratado.

Cuando descubrí la perversión oculta en estas frases decidí no volver a consentirlas, ni en los otros ni en mí misma, pues lo terrible de estos reductos del subconsciente es que también lo hacemos nosotros mismos y se necesita un gran ejercicio de atención para darse cuenta, evitando comportarnos con los más cercanos de una forma tan ruin. Y mientras aprendo, he decidido no aceptar más abusos, asumiendo que, en casos de extrema tozudez, a lo mejor hay que pasar de largo por una relación. Al principio puede resultar doloroso, pero quien te quiere bien, de verdad, no te humilla, ni te insulta, ni te infravalora.

Quien bien te quiere, te respeta, te valora y te lo demuestra.

Mª José Calvo Brasa

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