- Citando a Juan Ramón Jiménez –
Hoy traigo al presente parte de un poema de Juan Ramón Jiménez:
Ve despacio,
no corras,
que adonde tienes que ir
es a ti mismo.
No corras,
ve despacio,
que el niño de tu yo,
recién nacido eterno,
no puede seguirte.
El poema continúa, pero lo que me interesa resaltar son estos versos, cargados, creo yo, de sabiduría.
En estos tiempos en que las prisas parecen presidirlo todo, en que vamos corriendo de acá para allá un día sí y otro también, en que los encuentros están medidos y las conversaciones quedan cortadas, escuchar esto suena a serenidad balsámica. Y más teniendo en cuenta que el Nobel español –que escribía siempre para minorías y despreciaba la “g”- las plasmó hace más de cincuenta años.
Lo que demuestra, una vez más, que existen verdades imperecederas a través del tiempo y pocas cosas que descubrir bajo el sol.
¿Por qué corremos siempre? ¿Por qué despreciamos la vida sosegada y retirada? ¿Por qué las vacaciones –pensadas para el descanso- se convierten en fuente de estrés? ¿Por qué planeamos el futuro sin cesar?
Observando y observándonos me salen un sinfín de preguntas de este tipo y pocas respuestas.
Pareciera como si temiéramos el encuentro con nosotros mismos. Huimos del silencio y del presente, del niño que fuimos (que somos), de sentirnos y escucharnos internamente. Y corremos en busca de una felicidad externa cada vez más lejana.
¡Qué equivocados estamos!
M.E.Valbuena
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