- Tiempo de siembra –
Los aficionados a la agricultura andan por estos días sembrando. Como el clima no acaba de asentarse, retrasan la siembra en espera de mayor calidez y menor agua, o protegen lo sembrado para que un frío tardío no se lo lleve.
Después vendrá el tiempo de cuidar el cultivo, regarlo adecuadamente, limpiarlo de malas hierbas y mimarlo para, finalmente, recoger el fruto de sus esfuerzos. Hay quien dice que tal fruto no vale tanto trabajo y cuidado. Tal vez no le falte razón, pero el que tiene espíritu agricultor disfruta el proceso desde el principio al fin, y ese proceso –para él- no se compra con dinero.
Todo ello me hace pensar qué sembramos nosotros en nosotros mismos y en nuestro entorno.
¿Elegimos detalladamente aquello que esperamos recoger en un futuro? ¿Nos preocupamos de sembrarlo en el mejor momento y con las mejores condiciones? ¿Lo protegemos, cuidamos y mimamos? ¿Lo alimentamos adecuadamente? ¿O nos conformamos con lo primero que encontramos y lo dejamos que crezca salvajemente?
Aquí se da un principio básico por todos conocido: no se puede recoger lo que no se ha sembrado y cuidado. Por tanto, cuando la cosecha no nos guste, miremos qué hemos sembrado y cómo lo hemos hecho, en lugar de lamentarnos de los resultados obtenidos y caer en el victimismo profesional (que tanto abunda).
Una buena siembra no garantiza un buen resultado siempre, pues hay acontecimientos externos que pueden malograrla. Pero una mala siembra sí suele garantizar un resultado nulo.
M.E.Valbuena
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