Decidí llenar mi joven huerto de toda clase de hortalizas. De verdes repollos y acelgas, de moradas lombardas y patatas, de rojos pimientos, de diminutos garbanzos, de alegres lechugas y cebollas, de las siempre agradecidas calabazas y de ricos calabacines.
Junto a ellos una docena de girasoles, con el sólo deseo de que alegraran mi vista y fueran alimento sabroso de los pájaros al finalizar los días cálidos.
Al despedirse este verano puedo deciros que la cosecha ha sido generosa y que aún en pie permanecen varios girasoles en espera de ser degustados por las aves del lugar.
Cada día que visito mi pequeño huerto ellos me esperan para regalarme sus melodías y saludarme el despertar del nuevo día con sus voces de esperanza.
Mis doce girasoles son mi forma sencilla y tímida de agradecer la lluvia del cielo, el calor de lo alto, la amistad de la tierra y tantas otras cosas buenas que a diario la vida nos regala, sin pedir nada.
Todavía sigo rumiando las lecciones de mi pequeño huerto que ha llenado de callos de mis suaves manos
¡QUÉ BONITA ES LA LIBERTAD! Plantar girasoles solamente para alegar la vista o para dar de comer a las pájaros, es poesía, un ingrediente que hace de la vida, algo lindo.
ResponderEliminarHacer las cosas en señal de gratitud, de amabilidad con el medio, sin pedir nada, sin buscar nada, sin desear, por el simpl ecapricho de hacer más saludable la vida
ResponderEliminar¿Has probado también a comer las pipas?¡qué buenas!son tantas en una flor que da para todos.
ResponderEliminarEs de las primeras cosas que a Pepi le ha enseñado la formación que está recibiendo del Teléfono de la Esperanza: "Hacer las cosas sin esperar nada de los demás, sólo por llenar nuestro interior". Que maravilloso es actuar así, que beneficios consigo mismo se reciben. Y además ha enseñado a quererse más, valorarse más. Una cosa muy importante: cada vez la importa menos, (es decir sigue trabajando),lo que los demás digan o piensen de ella.
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