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lunes, 14 de abril de 2014

EL RINCÓN DEL OPTIMISTA

Mi madre se llama Felisa

En presente

Pocas personas ponen en duda las enseñanzas de los talleres del Teléfono de la Esperanza. El último que hice fue ‘la superación del duelo’. Aquí me enseñaron la importancia de hablar en presente (cuantas veces se nos repite la importancia que tiene el darnos cuenta del presente y dejar un poco de lado el pasado y las proyecciones de futuro). Al principio del taller me preguntó su coordinadora, Julia, por el nombre de mi madre que falleció en 2007. Le contesté: “Mi madre se llamaba Felisa”. Rápidamente Julia me corrigió: “Ah, dices que se llamaba porque ya no se llama Felisa”. Tres segundos para pensar y rectifiqué: “Mi madre se llama Felisa”. Efectivamente, nos empeñamos en poner en pasado algo que es presente y no creo necesario explicar lo PRESENTE que tengo a mi madre a diario, lo que me acompaña, lo que conversamos (a veces verbalizando por mi parte), lo que me protege, lo que me aconseja, lo que me ayuda…
Desde que murió mi madre cada 18 de marzo la tengo muy presente porque ese día cumplía años, perdón rectifico, CUMPLE años, aunque su cuerpo no esté entre nosotros, aunque esté muerta, pero sigue cumpliendo años. Todos nuestros muertos siguen cumpliendo años, siguen con nosotros, a nuestro lado, tutelándonos. Sin su ayuda, qué sería de nosotros.
En los últimos cuatro meses he perdido dos amigos, uno de 37 años, Diego, y otro, Nacho, con 69 años. Ambos fallecieron inesperadamente, si bien el primero, quizá por su edad, su ausencia nos ha dejado un hondo pesar a todos los que le queríamos. A los allegados de ambos les digo lo mismo por si sirve de consuelo: Si nosotros no vamos a dejar de amarles aunque no estén, ellos tampoco dejarán de hacerlo. Por eso no debemos utilizar el pasado y si el PRESENTE. Cuando nos entren ganas de alabar las virtudes del fallecido, en vez de decir que era feliz, alegre, comprometido, generoso, atento… deberíamos decir que ES, sigue siendo, no hay duda. De este modo no estamos contraviniendo ninguna ley natural haciendo como que nuestros muertos sigan vivos, sino que logramos creernos que de verdad VIVEN en nosotros mismos… profunda y eternamente.
Asín sea.

Juan

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