las grandes barreras, los barrotes de verdad, son los que crecen en nuestra mente |
Acción-reacción-repercusión
Cómo decidirse a hacer algo. Yo tengo una frase que sigo desde hace algunos años que es ‘acción-reacción’, es decir, cuando andas dándole vueltas entre si hago una cosa o no la hago, me repito este mandato: reacciono y lo hago. Sería aquello de: ‘no dejes para mañana lo que puedas hacer hoy’. Ponerse manos a la obra, espabilarse y no permitir que el miedo a equivocarte te bloquee. Claro que te puedes equivocar, esa es precisamente la salsa de la vida. Quien tiene boca se equivoca. Estoy más que acostumbrado a escuchar eso de: “No sé qué hacer, si hacer esto o lo otro, si hacerlo o no hacerlo… Siempre respondo: “Hazlo, ¿qué tienes que perder, equivocarte?”. No digo yo que haya que hacer las cosas sin pensar, no; pensar los pros y los contras, reflexionar mínimamente, pero acto seguido obrar en consecuencia, porque el problema real que nos encontramos es que le damos vueltas a las cosas hasta tal punto de que lo convertimos en pelota rodante y acabamos por no hacer nada, no reaccionar. Eso no es práctico, ni positivo. Yo me considero una persona practica y aunque me gusta teorizar, filosofear, me gusta comprobar lo que digo en el campo de batalla. Si alguien me pregunta que qué quiero que me regalen, siempre les digo cualquier cosa con que sea práctica, que sirva para algo, no para adornar.
Cuando ya practicaba lo de acción-reacción apareció Manu Chao y le escuché cómo añadía en una canción lo de ‘repercusión’ que vino a poner el punto sobre la i, porque tenemos que prevenir que toda acción nuestra va a traer consecuencias, buenas o malas, pero consecuencias, lo que aún así no nos debe frenar para hacer las cosas, sino que quiere decir que debemos tener en cuenta que lo que hagamos repercutirá sobre otras personas, sin duda, pero que siempre será mejor que exista esa repercusión a que no haya acción (inacción-dormidera). Esta teoría funciona, lo tengo experimentado. Un ejemplo: Me encuentro casualmente con un amigo que hace mucho que no veo. Tras repasar nuestras vidas nos despedimos y él me suelta algo así como: “Tenemos que quedar para vernos”. Mi modo para saber si lo dice en serio o es sólo una frase sin contenido es decirle: “El viernes para cenar”. Si me dice que ese día no le viene bien y no me da una fecha alternativa ya sé que no ha sido sincero y que no tiene realmente interés en que volvamos a vernos. Está bien, cada uno a lo suyo. Si acepta la invitación, si ‘reacciona’ es que es un amigo de verdad, que le interesa mi vida, ha decidido pasar a la acción a favor de no perder nuestro contacto. Tengo ejemplos a patadas, todos los días, casi de cada decisión que me toca tomar. Porque cada vez que planificamos tendemos a relegar esas decisiones para seguir dándole vueltas a la cabeza y, claro, la cabeza acaba mal de la cabeza. Otra gran ventaja de la ‘acción-reacción-repercusión’ es que si tras tomar partido por algo ves que has errado, que la cosa no va bien, siempre tienes tiempo de rectificar, de reconocer que te has equivocado sin más. Pero el tema de las equivocaciones y los perdones daría perfectamente para un tratado de 500 páginas.
Asín sea.
Juan