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sábado, 31 de mayo de 2014

¿Quién para el tiempo?

La Escribana del Reino
M.E. Valbuena

Los ciclos de la luna. Jesús Aguado

A menudo me viene a la memoria aquel vecino que, durante años, estuvo acumulando en su despacho dominicales de los periódicos para leerlos cuando se jubilara, ya que por entonces no tenía mucho tiempo libre y no podía entretenerse en su lectura.

A los pocos meses de jubilarse, un cáncer galopante acabó con su vida, impidiéndole llevar a cabo muchos de sus sueños aplazados. Entre otros, leer los dominicales acumulados.

Cada vez que veía a su viuda bajar al contenedor montones de dominicales se me encogía el corazón. Sentía que la vida había sido un tanto injusta con él. Que no le había dado el descanso soñado tras largos y duros años de trabajo. Que no se merecía tan mala suerte.

Pero hoy, con más años y experiencias a mis espaldas, creo que me equivocaba en mi juicio. Daba por hecho que, dado que tenía ilusión por leer aquellas revistas, debería contar con tiempo para ello. Y no me daba cuenta de que el tiempo no se compra.

El tiempo es casi lo único que no podemos comprar.

Ahora sé que acumular no nos garantiza un minuto más de vida, ni nos asegura un futuro. Sé que cada hora que pasa es insustituible e irrecuperable. Y he comprendido que lo que hagamos con nuestro tiempo es responsabilidad nuestra. Podemos invertirlo en vivir o en dormitar. Ambas opciones son válidas pero desigualmente enriquecedoras.

Hay personas que esto lo saben bien. Otras, aún tratan de aprenderlo.

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