Nos enganchamos a casi todo, como la misma hiedra |
Adictos
Qué fácil es engancharnos a las cosas, a los vicios mundanos. Cada vez hay más adictos al alcohol, a la coca-cola, a las drogas, al móvil, a los juegos, a las tragaperras, al azúcar, a las redes sociales/Internet, al café, a la televisión, a las noticias… una lista interminable de todo lo que se te ocurra que sirva para evadirte, para esconderte y huir de los problemas, para olvidarlos en vez de afrontarlos. Con esto no descubro nada nuevo, ¿verdad? Pero últimamente me he dado cuenta la tendencia que tenemos algunos a engancharnos también a lo bueno, a lo que nos produce placer y felicidad, incluido a las personas positivas que nos transmiten valores deseables. ¿Nunca te has descubierto el deseo que tienes de estar el mayor tiempo posible con aquella persona que te produce bienestar su cercanía o su conversación aunque sea por teléfono? Pues yo he descubierto que soy adicto al Teléfono de la Esperanza porque hago un taller y espero el día de la sesión semanal como agua de mayo; acaba ese taller y espero que se planifiquen los del trimestre siguiente para hacer uno nuevo que me enriquezca el espíritu aún más; abro el blog cada mañana para ver si la reflexión de ese día y sus comentarios me nutren tanto como el comer. ¿Eso es malo? Ni bueno ni malo, sólo que estaría bien darnos cuenta de que esos apegos quizá se vuelvan ‘enfermizos’ y sería conveniente ir soltándolos, relajar el imán que tira de nosotros. Todo, con las dosis adecuadas, es beneficioso para cuerpo y mente. Y si alguien quiere saber cuál es la dosis adecuada, pues mi respuesta es esta: la dosis adecuada es la que el sentido común te dicta, si bien el sentido la mayoría de las veces más que común es muy particular porque, como el dicho de moda, nos solemos pasar tres pueblos. Y aprovecho aquí para decir que yo no suelo pasarme muchos pueblos, yo suelo parar en esos pueblos, porque siempre hay un paisano o paisanaje que merecen la pena disfrutar… pero sin engancharse mucho, se entiende.
Asín sea.
Juan.
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