Hay en nosotros una tendencia a fijarnos en los tipos triunfadores, apuestos, arrogantes. Tipos que pisan fuerte y en muchos casos acaban arrasando. Personas que no les importan los medios y las formas para llegar arriba, para alcanzar su cúspide. La sociedad les ofrece pleitesía y los coloca en su frontispicio, como si fueron nuevos dioses del Olimpo. Esto es tan así que acabamos escribiendo la historia desde los vencedores, los imperios. Hoy desde los mercados que imponen sus leyes y reclaman sangre, sangre por supuesto a los de abajo, a los indefensos, a los que ya no pueden apretarse más el cinturón porque se ha quedado sin hebillas. Esta historia está sembrada de cadáveres, guerras, injusticias y despropósitos.
Echo de menos una nueva historia escrita desde abajo. Desde los perdedores. Los feos. Los solidarios. Una historia desde el corazón sin patria, sin banderas, sin primeros ni terceros mundos. Una civilización sin enemigos ni oponentes. Justa. Global. Humana. En la que nos salvamos todos o no se salva ni dios, como canta Víctor Manuel. Sin ejércitos. Con ideologías que no dividan. Sin dogmas. De grandes riquezas interiores. De detalles.
El libro “Delicadeza” de David F. nos invita a una nueva mirada. Mientras la joven viuda va digiriendo su duelo por la muerte inesperada en accidente de su marido y va renaciendo a si misma, se va encontrando con esos dos tipos de personas que quisieran ganar hasta su alma. El triunfador, el jefe, el adinerado, el sobresaliente, que trata de seducirla ofreciéndole mejor posición laboral. Y está el torpe, el feo y desgarbado, el vacilante que ha sido rechazado por todas las chicas con las que ha topado en su vida, que sólo cuenta con pequeños gestos, detalles, dudas, saliéndole del alma, verdaderos, auténticos. La historia es una apuesta por el corazón y sus ternuras, por los gestos sinceros y sus detalles, por lo imprevisto y arriesgado. Nada hay que nos exponga tanto como el amor.
Los grandes cambios personales, sociales, políticos, tan necesarios por otra parte, o vendrán de la delicadeza, la bondad, el espíritu, la ternura solidaria y el silencio, o serán tormentas de estío. Pasajeros. Como esas golondrinas que están a punto de emigrar.
Valentín Turrado
No hay comentarios :
Publicar un comentario