En ruinas. Foto Jesús Aguado |
- De elemento tóxico a ambiente tóxico-
Este año tengo un elemento tóxico en mi entorno laboral. No es nada extraño en un centro de trabajo grande. Y pequeño. Más bien suele ser algo normal y común.
El elemento tóxico ejerce su dominio valiéndose del miedo y las voces, parapetando sus decisiones detrás de una normativa que, por supuesto, esgrime o no a su único criterio, exigiendo el cumplimiento de la misma cuando lo cree conveniente y saltándosela cuando lo estima oportuno para sus intereses.
Los demás hablan a sus espaldas, critican su comportamiento, despotrican de sus decisiones, se tragan la rabia de sus actuaciones, se quejan entre ellos del trato recibido... pero jamás se le enfrentan ni le cuestionan, lo que contribuye a extender más, si cabe, la toxicidad.
A estas alturas el ambiente está tan enrarecido, que basta un pequeño contratiempo para que cualquiera descargue su rabia contenida sobre aquel de posición mal débil, que no sobre el tóxico. Ya no se trata de un único elemento tóxico, sino de un entorno tóxico.
Como estoy de paso puedo apreciar, desde la objetividad que otorga la distancia, aquello que canta Álvaro Fraile:
“Siempre hay uno débil cerca del que se hace fuerte,
Siempre el fuerte se hace fuerte
porque cerca hay uno débil...”
Y es que antes de encarar a los fuertes, provocando con ello el tan temido conflicto, preferimos mil veces la “tranquilidad” de la humilde sumisión, aunque por el camino hayamos perdido la dignidad. A las pruebas me remito.
M.E.Valbuena
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