Entorno enmarañado. Foto Jesús Aguado |
- Salir del entorno –
Normalmente estamos tan enfrascados en nuestro entorno –entendiendo por tal el trabajo, la familia, las amistades, los círculos donde cotidianamente nos movemos- que, a veces, creemos que sólo existe eso, que nuestra vida empieza y acaba entre esos límites.
No hay como abandonar durante un tiempo (horas, días, semanas o meses) nuestro entorno para poder apreciar, por un lado, lo que tenemos y, por otro, lo que nos falta por conocer y experimentar.
Cuando salimos de nuestros límites nos arriesgamos a perder seguridad y la comodidad de lo conocido. Por eso tal vez nos da pereza dar el paso y buscamos justificaciones como la edad, o la enfermedad, o la falta de curiosidad y de tiempo, o el cansancio.
Pero las ventajas que la salida reporta son infinitamente mayores a lo que podemos perder.
En primer lugar, tomamos distancia de nuestra realidad y valoramos los acontecimientos de la misma con mayor objetividad, observándola desde una perspectiva exterior. Y así, lo que desde dentro puede parecer enorme, desde fuera se empequeñece considerablemente.
En segundo lugar, aprendemos a relativizar y a considerar que no existen absolutos, ni principios válidos sin cuestionamientos, ni respuestas únicas para todos. Somos muchos y muy distintos.
Y en tercer lugar –por no extenderme demasiado- nos proporciona el conocimiento de nuevas personas y realidades, y nos hace ver que otras formas de vida son posibles por raro que nos parezca.
Deberíamos obligarnos a salir de nuestro entorno como mínimo una vez al año. Si no, los círculos internos cada vez se harán más pequeños.
M.E.Valbuena
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