EL CRISTAL
Tiré la piedra y rompí el cristal. Fue sólo un instante de furia, apenas un segundo, pero mi mente se nubló y vio en él un feo reflejo. Era una imagen malvada, traidora, que reía y reía mientras me señalaba con el dedo. La ira me mostró la piedra y el odio impulsó mi brazo… Tiré la piedra y lo destrocé.
Y ahora contemplo mi “obra” perpleja. Yo no quería hacer eso. Yo no quería romperlo. Yo no quería ver todos esos pedazos minúsculos desparramados por el suelo… Pero vi una imagen terrible, monstruosa y la rabia me cegó en un instante... El cristal se rompió y ya jamás podrá recuperarse. Podrá sustituirse por otro sí, pero ese ya no volverá.
Pasada la locura analizo con calma lo ocurrido. Los múltiples cristales, desparramados por el suelo ya no reflejan ninguna imagen y debería sentirme mejor. Ya no hay monstruo en el espejo y no me siento bien. Lo recuerdo sin embargo en un último intento por justificarme. Recuerdo su risa, su maldad e insisto: era el espejo quien reía y por eso lo rompí… Pero sólo con calmarme un segundo entiendo que los espejos sólo muestran reflejos y ese reflejo tan terrible procedía de mí. ¡Ay Dios que lo he roto por ver en él mi propia rabia! Tiré una piedra con odio para matar el odio que veía y rompí lo que quería por reflejar lo que yo sentía.
Yo vi una imagen horrible y quise borrarla con una piedra. Ahora sé que esa imagen era yo misma: mi rabia, mi dolor, mi frustración condensadas en el ser monstruoso que vi en aquel espejo. Entonces era inconsciente y le acusé de perverso, de cruel, de malvado... Como no cambió esa imagen que de él no surgía, tiré rabiosa la piedra. Se hizo añicos, desapareció el monstruo-imagen, pero siguió rugiendo el monstruo real en mi interior. Ahora lo veo con más claridad y sé donde se encuentra. Ya no tengo excusas, ni culpables, ni reflejos.
Ahora tengo la realidad en mí instalada y un largo camino para recuperar quien soy yo sin esa mancha.Pero ahora ya no existe el espejo de marco dorado y cristal limpio, puro y transparente. Lo rompí y ya no puedo recuperarlo.
¿O si…?
María José Calvo Brasa
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