Y no sólo a unos grandes almacenes, sino de verdad. Con su lluvia fina, su olor a limpio, su luz, sus alergias, su alboroto hormonal, sus ganas de brotar y renacer, sus desajustes, su astenia, su imprevisible discurrir...
Llega y nos invita a la renovación y a abandonar el letargo invernal.
A quitarnos capas –no sólo de ropa-.
A salir en busca de novedades –arriesgando-
A aligerar nuestro peso –interno y externo-.
A ponernos guapos –no sólo por fuera-.
A sonreír –aún a costa de nuestro maquillaje mental-.
A iniciar nuevos proyectos –solos o en compañía-.
A disfrutar del campo y de la naturaleza –aún con estornudos-.
A observar sin legañas –limpiando antes nuestra mirada-.
A dejarnos remover por su aire nuevo –sin escudos protectores-.
A aprender. Siempre a aprender
¿No escuchamos sus pasos juguetones? ¿No sentimos su fuerza?
La escribana del Reino
M.E.Valbuena
Llegó la primavera y yo sin enterarme.
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