El ‘recuerdo’ que me dejó la silla tardará en olvidarse.
LA SILLA Y LA UÑA
Hace unos días tocó hacer limpieza del desván/bodega de la casa del pueblo. Al acabar mi mujer me dijo que había que tirar una vieja silla de madera que tenía mal unas tablas del respaldo, que se había cansado de verla allí, que va no valía para nada. A mí me extrañó que quisiera deshacerse de ella, pues había pertenecido a su familia. Yo le propuse que en vez de la basura que podíamos partirla para hacerla leña para la chimenea. Ella asintió. Me puse manos a la obra. Con un martillo me dispuse a golpearla para hacerla astillas. Pero en el primer golpe una de las tablas saltó hacia mi mano y me arreó un golpe en el dedo pulgar de la mano derecha que me hizo ver las estrellas. Consecuencia, un renegrón en la uña que presumo que tardará en quitárseme. Es como si la silla hubiera dicho, aquí te queda el recuerdo para no te olvides del día que me diste muerte. Este simple hecho me hizo pensar un poquito y llegué a la siguiente conclusión: Más que la silla, los espíritus de las muchas personas que la utilizaron, que se sentaron en ella para aplacar su cansancio, se quisieron vengar de mí al devolverme el golpe que le propiné al viejo mueble de madera. La segunda lectura que extraigo es lo que significa lo viejo. Las personas mayores, ancianos, viejos, es verdad que requieren de cuidados, de cariño, de mimos; al fin y al cabo, con un poco de suerte, todos llegaremos a ser viejos algún día y nos gustaría no quedar olvidados en un rincón de casa. Pero lo material, aquello que ya no se usa, que es viejo, requiere la misma atención. Siempre me gustaron mucho las antigüedades, los museos etnográficos y todas las herramientas, aperos y utensilios que me recuerden el pasado. Me madre me inculcó ese gusto por lo antiguo, pues ella siempre colgaba yugos, cerandas, eminas, y un sinfín de herramientas que habían utilizado padres y abuelos. Se trata de no olvidar, no quitarse de en medio lo que estorba. Siempre hay un huequecillo para la vieja máquina de coser Singer, para el yugo (yo tengo uno hecho lámpara y otro perchero), para el puchero o el cacharro de barro inservible. Y luego está el gran placer de la restauración, trabajar la madera para conservarla mejor. No se trata sólo de adornar el salón, se trata de recordar de dónde venimos y quizá así sepamos un poco mejor hacia adónde vamos. Asín sea.
Juan
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