Es lo que afirmamos de forma coloquial ante cualquier problema, ya sea de índole económico, de salud o sentimental. El paro, la enfermedad, "el mal de amores" encuentra, a veces, su ancla de salvación en la esperanza. Esta nos mantiene vivos y animosos en espera de tiempos mejores. Parece como si "la esperanza" fuera el clavo ardiendo al que nos agarramos como última solución a tal o cual conflicto. El tiempo y la esperanza se convierten en nuestros grandes aliados para superar las dificultades de la vida cotidiana. Nosotros, no obstante, partimos de otro presupuesto: la esperanza debe ser trampolín para crecer, para madurar, para ser felices, mas que parachoques de nuestras penas y sufrimientos.
Esperar siempre supone ilusión de conseguir algo beneficioso para el sujeto: salud, posición social, felicidad. En sentido objetivo, el término "esperanza" indica siempre perspectivas o posibilidades favorables. Así el parado espera un trabajo, el enfermo espera la salud, los padres de familia esperan llegar a fin de mes. Hasta la acción más trivial de la vida cotidiana está impregnada de este sentimiento: el viajero espera llagar a su destino, el profesional espera desarrollar bien su trabajo, yo mismo espero que estas líneas ayuden a clarificar algo más esta vivencia de la esperanza.
Esperar significa considerar que tal situación es pasajera, mejorable o transformadora, a través de una actitud optimista y luchadora, y creyendo en nuestros propios recursos. Esperar, en definitiva, implica creer en el futuro como algo más sano y positivo. Así, pues, esperar, es como un proceso de liberación de pasar del "menos" al "más", del sufrimiento a la felicidad. Pero estas fuerzas están en nosotros mismos. Hace falta descubrirlas para no caer en la desesperanza.
En definitiva, podemos concluir que no podemos repartir esperanza, como se ofrece el pan o la comida, pero si se puede enseñar las claves que iluminen el camino para salir de la angustia y el sufrimiento. Es la actitud de toda persona que ayuda a otra (padres, educadores, terapeutas, orientadores) a salir del laberinto de la desesperanza: señalar la meta, pero el hacer el camino es intransferible. Y aunque es cierto que "la esperanza es lo último que se pierde", también podemos afirmar que es lo primero que debemos activar para vivir y ... seguir viviendo.
Alejandro Rocamora Bonilla
Psiquiatra
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