Hombre primitivo |
Nunca me ha gustado el verbo jactarse. Tiene algo de presuntuoso y un matiz despreciativo para quien lo escucha. Creo que hay otras palabras para presumir o alegrarse de algo, en lugar de alardear con este tonillo.
Pero de un tiempo a esta parte no hago más que escucharlo. Y los motivos de jactación son más de lo mismo: poco entendibles para el común de los mortales, entre los que me incluyo.
Por ejemplo, hay quien se jacta de burlar sistemáticamente todas las normas de tráfico y no haber sido pillado in fraganti nunca (¿?) o de haber engañado a determinada persona para sacar un beneficio extra (¿?) o de no escuchar más opiniones que la propia porque las “cosas son así y así se harán” (¿?).
El último motivo que ha llegado a mis oídos me resultaría irrisorio si no fuera tan soberbio que hiere: alguien se jactaba de no haber pedido perdón jamás en su vida y de no tener intención de hacerlo en un futuro. Así lo soltó en público, esperando incluso un aplauso ante tamaña osadía.
Al principio esta afirmación me sorprendió, me indignó y me posicionó en contra de quien así hablaba. Pero ahora creo que siento pena. Quien va por la vida de esta forma probablemente conseguirá muchos triunfos a costa de su poder y del miedo y la tiranía que ejerce, pero seguramente estará rodeado de poco cariño, de poca sinceridad, de poco amor.
El perdón libera al que perdona, no al perdonado. Y quien no haya descubierto aún la importancia y los beneficios del perdón vive fuera de la onda de la felicidad, por muy moderno que se crea.
La Escribana del Reino
M.E.Valbuena
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