Crear lazos, relaciones sanas.
Desterrar las cuchilladas, las insidias.
Andar juntos hacia horizontes amorosos.
Decir las verdades amargas a la cara.
Escuchar a los que tenemos más cerca.
Desnudar envidias, nuestros celos.
Sabernos humanos, inmensamente humanos.
Derribar las estrecheces de las ideologías.
Profesar credos de esperanza.
Creer en quien pone gestos creibles.
Morir a nuestros egos.
Alentar la justicia, la honradez, la bondad.
Rabiar contra la amenaza, el enfrentamiento y la discordia.
Anhelar los puestos gratuitos de la solidaridad.
Ser nosotros mismos.
Inventarnos el cielo.
Así quiere ser el Teléfono de la Esperanza.
¡Qué bonito, qué bonito....!.
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