Un buen amigo del T.E. de aquí de León me pidió que escribiese sobre mi asistencia al Curso de “Conocimiento de sí Mismo”, celebrado en Villagarcía de Campos los días 11, 12, 13 y 14 del mes de Marzo de este año.
He tardado en escribir, pues he tenido que meditar y asimilar lo vivido y experimentado en el Curso, a parte de que no he podido hacerlo antes por circunstancias personales que me han acaecido desde aquellos días.
Realmente si asistí, fue porque me animaron algunas personas del T.E. y mi mujer, que es orientadora.
Fui expectante, algo apático y no muy convencido. El primer día observé, escuché y trate de que la apatía que sentía, se convirtiese en interés, algo que se fue acrecentando según iban pasando los días.
¿Qué puedo decir del Curso?
No tengo palabras para expresarlo. Fue extraordinario. Iba pasando el tiempo y me sentía con ansia de aprender, de saber, de escuchar, de conocer, etc. Y sí, empecé a conocerme mejor.
En las terapias de grupo hubo momentos que me sentí angustiado, me costaba escuchar sin que me afectase, pero poco a poco me fui superando. Me sentía reconfortado y a la vez sorprendido de cómo uno se podía abrir a los demás, de expresar tus sentimientos, de compartirlos.
En las reuniones del grupo pequeño al principio me costó abrirme, pero poco a poco se convirtió en algo hermoso, relajante, noté que era escuchado, entendido y a la vez a mí me sucedía lo mismo hacia los demás.
Este primer curso fue para mí como una prueba de fuego. Como un amanecer a algo nuevo.
Hice el seguimiento, donde profundizamos y nos conocimos mejor, compartimos los sentimientos, afloraron aquellos más profundos que nunca habían salido de mí. Fue extraordinario.
Pasado unos meses, los días 30 de Septiembre, 1, 2 y 3 de Octubre, realicé el “Curso de Crecimiento Personal”. Lo estaba esperando con ganas, con ilusión. De nuevo me puse en camino con otras compañeras hacia Villagarcía de Campos. Iba un poquito preocupado, porque me habían comentado que este curso era duro. Pero una vez comenzado, para mí no fue así.
Lo que más me impresionó fue el final, concretamente, el abrazo que nos dimos los unos a los otros, algo que no tiene palabras. Fue el sentir una paz, un sosiego, un algo indescriptible... Intenté en ese abrazo que di a cada uno transmitir mi felicidad, mi positividad, mi agradecimiento a lo que estaba recibiendo de cada uno de ellos. Fueron unos momentos muy hermosos que llenaron mi espíritu, incluso algunas lágrimas salieron de mis ojos cuando alguno me decía “gracias”, un gracias que les salía del corazón.
Fue una vivencia que me hizo meditar, tanto, que cuando finalizó el día me fui a la hermosa Capilla del Cristo y estuve en el silencio de la noche, en la penumbra, una hora u hora y media, meditando, analizando e intentando comprender todo lo vivido ese día y concretamente esos momentos. Me retiré a descansar feliz, satisfecho, colmado y muy agradecido de todo lo recibido.
Este mismo día, el penúltimo del Curso, cuando hicimos en el grupo pequeño la pequeña obra de teatro -la cual fue espontánea- afloró en mí una faceta que hacía muchos años no manifestaba: el humor. Nos reímos y disfrutamos durante unos minutos que para mí son inolvidables.
Para finalizar, quiero expresar mi agradecimiento y satisfacción por todo lo aprendido y recibido de todos los que asistieron.
No quiero acabar sin decir que el domingo, último día del curso, no pude por menos que levantarme temprano para ver amanecer y hacer una fotografía, y dar gracias a Dios que me permitió ver un nuevo día y sentirme satisfecho, gozoso y feliz por todo lo vivido en estos dos cursos.
Jesús