¿Podemos cambiar?
Pienso que posiblemente al ser humano le ocurra algo parecido: nuestra forma de ser (amable, envidiosa, agresiva, etc.) es como una segunda estructura que conforma a la persona e incluso a veces se ha pensado cambiar esos rasgos más negativos de la personalidad, pero como se fracasó en un principio (como le ocurría al elefante) no se intenta de nuevo.
Lo que nos impide cambiar
Solamente los “dioses” son inmutables, pues tienen a la plenitud. Por el contrario, el ser humano es esencialmente cambio y en él es donde encuentra el camino del progreso y de la perfección; sobre todo el cambio más estructural nos lleva a “crecer psicológicamente” y a posibilitar el desarrollo completo de todas las facultades. Es cierto que todo cambio supone posibilidad de éxito, pero también está impregnado de la sombra de fracaso; la decisión pues se columpia entre ser o no ser, pero siempre es una ventana abierta a la esperanza, a las posibilidades de pasar de un “menos” a un “ más”.
No obstante, ante la encrucijada del cambio personal el ser humano puede quedarse atrapado y estático, sumido en la indecisión, por muy diversas razones. He aquí las más frecuentes: miedo a lo nuevo, por autosuficiencia, por la seguridad de lo conocido, por poner la solución en un “ser superior” o por un gran sentimiento de minusvalía.
Considero que toda persona, tiene capacidad para ir modificando su actitud ante la vida e ir modificando los aspectos de su personalidad que más le provocan rechazo o malestar. Nos sorprenderíamos, a veces, constatar que un pequeño cambio, como el efecto mariposa, provoca una transformación en uno mismo y en los que nos rodean. Querido lector, te invito a que hagas la prueba y lo compruebes por ti mismo.
Alejandro Rocamora Bonilla
Psiquiatra
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